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En la mort de Stanley Donen

Charadas, cuernos y taconeos

Fa només unes setmanes que morí un dels grans del cinema, Stanley Donen. El recordam a través de dues col·laboracions

Donen, Grant, Bergman.

"Stanley Donen siempre ha sido un inteligente y constante animador de masas El mejor musical que ha producido jamás Hollywood, Cantando bajo la lluvia, es suyo. Una película de Donen, con todas las fallas que pueda tener, siempre tiene buena pinta. Le gustan los colores bonitos, fotografía y ritmo ágil. Pero aunque una película tenga buena pinta no significa que no cuente nada."

La cita es de Roger Ebert, el (posiblemente) mejor crítico de cine de la historia. La vida personal de Donen no fue ni ejemplar ni aborrecible. No fue capaz de aislarse de la impaciente promiscuidad del mundo del espectáculo, pasando cinco veces por vicaría más una compañera sentimental final. Tampoco se vio involucrado en ningún escándalo, exceptuando su desencuentro con Gene Kelly..

Kelly y Donen se abrieron paso profesionalmente, como bailarines, juntos; saltaron al cine casi juntos (Un día en Nueva York, 1945, aunque Kelly ya estaba asentado), dieron la campanada con Cantando bajo la lluvia (1952) y rompieron por un doble conflicto de egos (os dos se atribuían más mérito en la codirección de esa película) y faldas (Jeanne Coyne esposó primero al director y después al actor).

Cantando bajo la lluvia se considera uno de los mejores musicales de la historia por la calidad de sus números musicales, su homenaje al cine y el optimismo que irradia. El mérito de Donen, anticipado antes, fue sacar el género musical de platós cerrados, como hacía Busby Berkeley, y rodar escenas en exteriores como la que anuncia el título. Es un filme cada vez más kitsch e igual de contagioso que hace medio siglo.

Charada (1963) recuerda tanto a los filmes de Hicthcock que fue calificada como 'la mejor película de Hitchcock no dirigida por Hitchcock'. La trama es enrevesada, con una guapa mujer recién enviudada, espías, un botín de un cuarto de millón de dólares y cuatro hombres ávidos por localizarlo caiga quien caiga. Los títulos de crédito recuerdan, casi imitan, a los de Saul Bass. La música de Henry Mancini recuerda, casi imita, la de Bernard Herrmann. El protagonista, Cary Grant, es el mismo de Con la muerte en los talones. El juego de las diferencias termina ahí. Frente a Grant está Audrey Hepburn, y el guion incluye puntadas cómicas que Hitchcock hubiera desaprobado. Hay buena química entre Grant y Hepburn, aunque no tanta como la del actor con Katherine Hepburn, Ingrid Bergman o incluso Marilyn Monroe.

Dos en la carretera (1967) es la tercera película más destacada de Donen. Reúne de nuevo al cineasta con Audrey Hepburn, acompañada esta vez por un joven Albert Finney. La película viene a ser una cara B de Un hombre y una mujer (Claude Lelouch) estrenada un año antes. Muestra con escenarios y vestuario igual de bucólicos lo poco que tarda en marchitarse primero y pudrirse después la pasión amorosa. Acierta en no derivar a pesadilla tipo ¿Quién teme a Virginia Woolf?, y por romper la cronología, con saltos adelante y atrás, para añadir ritmo y un cierto suspense.

Siete novias para siete hermanos (1954) fue otro bombazo de taquilla para Donen. Su gracia consiste en adaptar una leyenda ancestral, el rapto de las sibilas, a un musical y ambientado en una granja familiar de garrulos norteamericanos. Ese argumento no pasaría la criba de los politicamente correcto en este siglo XXI pero queda como una comedia musical simpática, equivalente a un Cine de barrio anglosajón.

El resto de películas del director merecen poco más que un ejem!, como lo demuestran sus títulos: Lío en Rio, Juego de pijamas, Bodas reales, Una rubia para un gangster o Los aventureros de Lucky Lady. Todas ellas, por el renombre del director, contaron con actores de primera fila.

El legado de Stanley Donen se puede resumir explayando la cita inicial de Ebert. Sus películas no son magistrales (excepto Cantando la lluvia, con cincuenta por ciento de mérito a Gene Kelly) porque antepuso el gusto del público a la atemporalidad, el perfeccionismo, la mordiente mostrada por, ejemplos, Kubrick, Hitchcock o Wilder en sus especialidades. Pero no se vendió totalmente al respetable. Abrió las ventanas de par en par al género musical, profundizó en las crisis de pareja o el pigmalionismo y mostró finura en la comedia elegante. Por eso se mantienen (bastante) frescos sus mejores filmes.

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