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REFLEXIONES SOBRE ARTE

De qué trata la pintura

Escritos y comentarios sobre el Arte en sentido amplio

Reverdy, Picasso, Cocteau i Brassaï al taller de Picasso.

En cuanto al arte de la pintura, hay cosas que, aunque sabidas por muchos, resultan aún hoy de difícil comprensión para algunos sectores de la población que, sintiendo un inicial interés y atracción por la creación plástica, encuentran una extrañeza difícil de superar ante aquellas obras que no representan lo mismo que visualmente se percibe. Ya a principios del pasado siglo el poeta y crítico Pierre Reverdy escribió que, teniendo más el hábito de la vida que el del arte, nos es más fácil aceptar las pinturas que nos dan la apariencia del mundo que vemos a diario. Siendo así, crear el hábito del arte debiera ser una importante prioridad en la formación cultural de las sociedades, lo que no parecen tener claro la mayoría de las instituciones culturales, dejando así desamparados a muchos ciudadanos que a menudo buscan información y lecturas que faciliten su entendimiento de la pintura actual.

Saber de qué trata la pintura podría ser la primera pregunta de quien desee esto último. Y la respuesta sería que la pintura trata siempre y únicamente de sí misma, aunque se refiera a otras cosas. En realidad, la gente ya lo sabe. Lo primero que alguien pregunta sobre una película es "de q ué trata", pero resultaría extraño que lo hiciese, por ejemplo, sobre El Descendimiento de la Cruz de Van der Weyden. Sabe, o intuye, que las sugestiones de esa pintura, su dramática intensidad y su belleza, dependen de la composición, del uso del color, de la energía de las formas€ del talento del pintor, en definitiva, y no de una historia de la Biblia. Hace bastantes siglos, Dion de Prusa, dicen que el creador de la Oración Olímpica, entendía que la imagen de su mente debería ser para el artista el verdadero modelo, y el filósofo Plotino aseguraba que los pintores poseen la belleza que completa las carencias de la naturaleza y nos enseña a ver de otra manera (aquí cabría recordar aquél muy citado comentario de Oscar Wilde: "¡Qué hermoso está hoy el Támesis, parece un Turner, aunque, desafortunadamente, no de los mejores!"). Estos, entre otros miles de comentarios podrían resumirse en que "si la pintura tiene que representar una idea, esta tendrá que remitirse a la idea pictórica".

En este último punto parece claro el acuerdo, aunque para ser rigurosos convendría matizar mucho expresiones tan arrebatadoras como la siguiente de Goethe, es verdad que a través de uno de sus personajes, sobre la cuestión: "¿Qué es esto, independiente de toda significación, libre de toda simpatía, que nos inspiran los sucesos y los destinos humanos, que puede actuar con tanta fuerza y, al mismo tiempo, con tanto encanto?". Porque la pintura, cualquiera que sea, y como cualquier arte, no puede estar libre de toda significación e interés humano. Ni Kandinsky ni Mondrian lo pensaban cuando proclamaban el "rechazo de todas las formas explícitas"; tampoco Ortega y Gasset, cuando escribió que la ocupación con lo humano era, en la "nueva pintura", en principio, incompatible con la estricta función estética. Cuando la pintura, en la mayor conquista de su historia, alcanzó la capacidad de ser autosuficiente no lo hizo para eso.

Pero es verdad que se convirtió en un placer intelectualmente más complejo. Ernst Gombrich escribió que "el concepto de semejanza entre la representación y lo representado reposa sobre bases convencionales que pueden ser aprendidas culturalmente", y eso es más evidente y necesario en el arte moderno. Algo que puede acercarnos a ese concepto es el comentario que Roger Bissière hizo sobre Paul Klee y puede aplicarse a toda la pintura: hizo que el tema desapareciese como objeto para justificarlo como forma. Y esa absorción del contenido objetivo por el contenido formal, esa relación entre el tema y el signo plástico, es la armónica conjunción de la pintura.

En la eficacia de esa construcción tiene la técnica un papel decisivo, porque es el medio por el que el artista expresa con las formas el tema latente en su pintura, las ideas y emociones que le suscita, y es por eso parte decisiva en la creación. La pintura de siempre, y más aún la de nuestro tiempo, requiere ver, leer, pensar y charlar mucho sobre ella para progresar en su entendimiento y gozar más de su contemplación.

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