Imagina bosque imagina es un libro póstumo del escritor, filósofo, historiador, fotógrafo,€ Mariano Arias. Un libro que pretende abarcar todos estos campos. En palabras de su hermano Lorenzo, se podría definir como "un relato de la percepción de lo que generalmente llamamos naturaleza en estado bruto". No se trata de imaginar un bosque, se trata, como su título indica, de que un bosque imagine un bosque. En definitiva no se trata de otra cosa que del viejo anhelo aristotélico de encontrar la esencia; la esencia de un bosque. En otras palabras, el autor intenta llegar a los límites de la realidad, cuestión perseguida, anhelada y ensayada por la filosofía, la literatura y, si me lo permiten, por la representación pictórica y reprográfica desde sus inicios. Si a esta perspectiva le tenemos que poner nombre, no cabe duda que podríamos llamarla filosofía primera, metafísica, ontología, tal vez fenomenología. Sin embargo, lejos de estas reminiscencias filosóficas, Mariano Arias, prefirió el campo del relato, si bien este término, para calificar la obra, es un tanto ambiguo. Prácticamente todo lo que está escrito en prosa puede denominarse relato. Tampoco podemos precisar más sin perder esa esencia de la que hablamos. Por eso, sólo podemos decir que se trata de un relato peculiar. Un relato en el que se mezclan distintas palabras, fotografías, grabados, diálogos y narraciones,€ podríamos concluir,€ relatos.
Imagina bosque imagina, no cabe duda, es un libro que recoge los distintos aspectos intereses de Mariano Arias. Con este libro nos regala articulados Filosofía, literatura, fotografía, todo ello con una perspectiva histórica. Una historia que se realiza desde el presente. La temática: el bosque. Curioso elemento para alguien, como Mariano Arias, que estaba obsesionado con la escritura, con la palabra.
La primera impresión que tiene lector al tener el libro entre las manos es la de encontrarse ante un libro bello. Un libro cuidado. Un libro elaborado. En él se mezcla, como hemos dicho anteriormente, literatura, filosofía, historia, fotografía. Una composición. Pero, como indica la propia palabra "composición", no se trata de una amalgama de elementos distribuidos aleatoriamente, como si se tratara de un cuadro abstracto en que los elementos pueden resultar armónicos desde el caos de las líneas que se cruzan, casi aleatoriamente, sino de una armonía que surge de la relación de los mismos elementos. En Imagina bosque imagina, todas las partes se unen con una cuidada y exquisita selección; participan para componer una sinfonía cargada de contenido. Cada elemento, buscado, situado, juega un papel en la obra. Si la primera impresión nos aprehende por el gusto de la composición, por encontrarnos ante un objeto bello, la siguiente obviedad que percibimos es que en la estructura compositiva se mezcla el relato con imágenes y citas que no buscan únicamente conseguir una proporción áurea desde el punto de vista perceptivo. Estos elementos no están desligados del contenido mismo. Las fotografías y grabados interactúan con las citas y con el texto central no meramente desde un punto de vista formal, sino también interno, material. Mariano Arias se regodea en un lenguaje sonoro, descriptivo, amplio, componiendo aforismos, metáforas, con numerosas referencias históricas al desarrollo de conceptos, pero no busca definiciones, sino despertarnos recuerdos, reminiscencias, sensaciones, idas y venidas, del bosque, de los otros, al árbol, a mis entrañas. Los elementos compositivos tienen una unidad. Se organizan en torno a la temática general de la naturaleza y especialmente de bosques, árboles y flores. Sin embargo es posible diseccionar la obra en distintas partes. Se recogen grabados, fotografías y textos. Los grabados representan imágenes desde Mesopotamia, pasando por los códices medievales y los naturalistas del siglo XVIII y XIX. Las fotografías, en la mayoría de los casos del autor, reflejan espacios naturales muy amplios, nos muestra el Mariano Arias fotógrafo. Los textos en los márgenes son citas que abarcan desde los primeros vestigios de la lengua escrita hasta los autores contemporáneos. Pero no se limita a realizar una contraposición entre imágenes y texto, sino que cada elemento, a su vez, está construido con lógicas y contrastes internos. Desde el punto de vista iconográfico, las imágenes contrastan por una parte históricamente, entre grabados y fotografías, pero, por otra, los grabados contrastan internamente mediante la oposición de imágenes naturalistas y códices con representaciones fabuladas o fantásticas, cuestión que se repite entre las fotografías. Así la fotografía que ilustra la página 201, titulada: "Manuscrito inscrito en el bosque de Vegabaño", nos presenta un bosque con palabas superpuestas, como si de la bruma se tratase.
En cuanto a la construcción narrativa, si Platón incorporó el diálogo, propio del teatro, a la filosofía, rompiendo la posibilidad del lector de situarse frente al discurso, Mariano Arias, entreteje un diálogo entre un anciano ciego y un lector. Este último nos lee una narración, dentro de un relato discursivo, lo que logra deshacernos como lectores, pero también imposibilitarnos identificar o deslindar claramente a los personajes para conseguir ese efecto, ese recorrido de ida y vuelta que nos sitúa ante el fenómeno en su estado puro, el bosque sin espacio, sin tiempo, sin árboles. Nos lleva a una epojé. Esta epojé es aprovechada por el autor para situarnos en un plano imaginario, más allá de la realidad, para producir o forzarnos a realizar, continuamente un regresus y un progresus entre los elementos oníricos y nuestra vida. Desde sensaciones y emociones a concentos y reflexiones históricas. Desde el bosque al árbol y, desde este, nuevamente al bosque. Desde el relato a las sensaciones y desde estas al relato.
