Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Cine

Se fue el caimán...

El affaire Weinstein ha revuelto el estanque y se ha convertido en mucho más que una lucha contra abusos de poder y acoso sexual. Está además poniendo en jaque un patriarcado muy enraizado (como en muchas otras empresas y sectores). ¿Se apreciará esa revolución en los premios?

Frances MacDormand.

Además de ser un depredador sexual, el productor Harvey Weinstein tenía, antes de caer en desgracia, dos cualidades adicionales. Una, un fino olfato para detectar el cine de gran calidad. Independiente o casi. Dos, una gran astucia para cazar votos de Oscars. Sabía que una gran mayoría de votantes están jubilados, son de raza blanca y, no pocos, de origen o religión judía, como él. Los buscaba y les doraba la píldora. Por esa astucia muchos directores y actores masculinos se postraban ante el productor, y sus víctimas han tardado tanto en acorazarse y retarle en campo abierto.

Desterrado el joker de la partida, la carrera hacia los Oscars sigue, a pesar de todo, o por eso, revolucionada. Las mujeres, no sólo las actrices, luchan por una mayor igualdad en todo el gremio, su clamor influirá a la fuerza en los votos, ¿Seguro?

El Gordo de marzo, el Oscar a la mejor película, tiene muchos más finalistas, intuyo que para intentar vender que el pescado no está vendido. Dos grupos muy definidos:

Dunkerque, La hora más oscura, Los papeles del Pentágono, El hilo invisible. Correctas, o más que eso, aunque con guiones escasamente originales o provocadores. Además, van dirigidas a un público de raza blanca y mediana edad en adelante. Si gana una de ellas Hollywood mandará un mensaje de atrincheramiento y apolillamiento.

Déjame salir. Lady bird, Llámame por tu nombre, Tres anuncios en las afueras. Con estilos, temas, tonos y argumentos absolutamente dispares, las cuatro atacan al establishment por flancos distintos. Reivindicaciones feministas, antirracistas, homosexuales o denuncia de la inepcia policial con los crímenes sexuales. Son las mejores películas del año, con diferencia. Con permiso de€

La forma del agua. Guillermo del Toro no va de gallito como su compatriota González Iñarritu y es más irregular. Domina, la fantasía pura, uno de los géneros eternos del cine y la literatura, y sus trece nominaciones le dieron unos metros de ventaja al anunciarse. Se ha frenado con la constatación posterior de las muchas similitudes de su película con El hombre anfibio (V. Chebotaryov, G. Kazanskyi, 1962) y la obra de teatro Let me hear you whisper (1969), del Pulitzer Paul Zindel. No sé si acabará en los tribunales por plagio, pero las dudas son suficientes para poner al mejicano en cuarentena.

Director. Greta Gerwig (Lady bird) contra el resto. ¿Se atreverán a premiar a una mujer? Christopher Nolan es la apuesta más conservadora y, es cierto, en esa faceta (supervisar fotografía, montaje, música, ritmo y dirección de actores) Dunkerque sí es una potente película. Al quite están, sin que ninguno desentone, Jordan Peele, Guillermo del Toro y Paul Thomas Anderson.

Reparto. Si Frances McDormand (Tres anuncios en las afueras) se lleva la estatuilla, será tan merecida como la de Fargo. Sólo le hace sombra Sally Hawkins. Para conocer sus méritos, además de Blue Jasmine, recomiendo ver su película Maudie del año pasado. Saoirse Ronan y Margot Robbie son jóvenes y sobradamente preparadas. La millonésima nominación de Meryl Streep apesta ya a favoritismo exagerado. En los papeles de apoyo hay poco renombre y mucho talento. Imposible juzgar más porque no se ha estrenado ninguna de sus películas al escribir estas líneas.

En los hombres protagonistas no me atrevo a apostar por ninguno, aunque el quinteto de nominados es excelso. En los secundarios, Sam Rockwell sí parte con bastante ventaja.

Los guiones son los comodines de cada año y por eso, por desgracia, es inútil hacer pronósticos. En las películas de habla no inglesa (eufemismo de forasteras) The square (Ruben Ostlund), aunque muy provocadora, es algo incómoda de ver. La chilena Una mujer fantástica (Sebastian Lelio) es otra pica del colectivo LGTB. La película húngara no me acabó de entrar, la libanesa y la rusa quizás aprovechen el rechazo, el descoloque que produce en algunos espectadores el filme de Ostlund.

Descartes, ¿sorpresas? La de The disaster artist como apunta un colega, mas que ir contra James Franco pretende bajar los humos a Tommy Wiseau. Tampoco me han sorprendido las de Tom Hanks (el año pasado la mereció más por Sully) o Armin Hammer. Mucha percha y estilo, pero algo inexpresivo y distante.

Concluyendo: Sólo la estatuilla de Frances MacDormand parece garantizada. El resto, sin brujería de Weinstein, están muy abiertas. Ninguna película magistral (¿Déjame salir quizás?); todas de gran calidad.

Compartir el artículo

stats