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Oblicuidad

March y Mascaró, muy por encima de Mallorca

March y Mascaró, muy por encima de Mallorca

La ambición de Sebastià Alzamora en Reis del món supera en importancia a un libro imponente de por sí. Cómo se atreve, será el comentario unánime de sus perezosos rivales. Narra el choque en directo y en diferido del belicista Juan March Ordinas contra el pacifista Joan Mascaró de Cambridge. El conflicto dialéctico sirve de pretexto para demostrar que la vanidad es la fuerza motriz esencial en los humanos más evolucionados, incluido el DNA de James Watson que también se abre hueco en esta novela hercúlea.

El autor no ha descuidado los ingredientes esenciales en toda narración, sexo y poder. O sintetizando más, poder y poder. Dado que nadie tildaría a Alzamora a priori de marchista, Reis del món consagra al financiero como la figura capital de los dos últimos siglos en Mallorca, a distancia sideral de las decenas de empresarios locales que ansían emularlo. La reacción acobardada de los próceres ante el coronavirus confirma que tampoco nadie le igualará en las décadas venideras. Juan March nunca le hizo ascos a una guerra.

Alzamora se descubre ante March y descubre al Mascaró que enseñaba inglés a los ingleses en Cambridge y que introdujo a los Beatles al hinduismo a través de sus traducciones inigualadas de los textos sagrados. Reis del món desmitifica con respetuosa intensidad al profesor de Santa Margalida, a menudo más próximo al pragmatismo inglés que al espiritualismo que profesaba. Por contra, el autor escruta en el banquero la falta de escrúpulos puesta al servicio de una inteligencia cegadora, que calcula a la perfección el precio de la vida y de la muerte.

La energía de March no reside en la carencia de principios, porque las barras palmesanas están atiborradas de seres dotados de esa virtud, sino en aplicarla a rajatabla. Lo mejor que puede decirse de Reis del món es que el banquero no desmentiría ninguna de sus páginas, tampoco las que le culpan de asesinato. Alzamora ha creado un magnate real, sin necesidad de fabularlo. March y Mascaró son mallorquines hasta la médula, pero sobrevolaron la isla hasta reducirla a un papel periférico en la novela.

En contra de lo habitual en un libro de esta dimensión, Reis de món crece conforme avanza. El giro brusco del imperio de March a la casita de Mascaró merece una ovación, que iniciaría Henry James por la descripción del sueño de Martí Company. Errores minúsculos, porque la CIA no existía durante la Guerra Mundial, no empañan una novela medida en el respeto receloso del carnívoro March hacia el herbívoro Mascaró. "Si fossis un altre la teva erudició m'embafaria, però venint de tu em tranquilitza. Em fa sentir bé".

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