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Oblicuidad

Plácido Arango, la Mallorca que no pudo ser

Plácido Arango, la Mallorca que no pudo ser

Es difícil encontrar a una sola celebridad mundial que escape al magnetismo de Mallorca, si tiene la desgracia de acercarse a la isla. Hablamos de Isabel II de Inglaterra, del Amancio Ortega que disfrutó aquí de las primeras vacaciones de su vida y quiso comprarse un hotel entero de Bendinat para transformarlo en su residencia privada, del Plácido Arango que viene de fallecer con casas en las costas y los interiores. Todos ellos, y muchos otros ausentes por falta de espacio, se sintetizan en la frase del magnate Howard Schultz de Starbucks. Le preguntaron al estadounidense por su imagen de la felicidad perfecta, replicó con la estampa de una navegación en Formentor.

En la península septentrional contaba Arango con una casa o más, a veces cuesta deslindar las posesiones de sus hermanos Jerónimo y Manuel. En un moderno chalé de esa saga mexicana con trasfondo asturiano en el Port d'Andratx veraneó Adolfo Suárez, mientras se acondicionaba su mansión de Son Vida, mi querida Carmen Díez de Rivera me criticaba horrorizada la afición que le había cogido "Monseñor" a recibir favores de personajes que incluían a Mario Conde. Y la huella del creador de los VIPs en la isla se acentúa con la finca de su compañera sentimental Cristina Macaya, por la que sienten devoción los hijos del millonario fallecido, en Establiments. En fin, el recuento exhaustivo halla su último capítulo en la casa-taller para Cristina Iglesias, su última pareja.

Hasta donde sabemos, Arango nunca ejerció en Mallorca el poder que le asistía en Madrid o México. El impacto internacional de su devoción mallorquina nos obliga a evocar la isla que no pudo ser. Anulada una primera concentración de figuras mundiales por la zafiedad del franquismo, en los años sesenta volvió a plantearse el debate de la calidad frente a l.a cantidad. Había que optar entre los arangos y los hooligans, se eligió a ambos a la vez. Y cuando surgió la oportunidad de construir apartamentos residenciales para las clases pensionistas europeas, se aceptó asimismo con el consiguiente estallido demográfico. Tampoco se desaprovechó la oportunidad del alquiler vacacional mediante plataformas, y así sucesivamente.

Nadie sabía si Arango se hallaba en la isla, los otros quince millones de turistas son algo más ruidosos. Mallorca sigue siendo el lugar donde los opulentos dejan atrás a sus guardaespaldas armados, y la única certeza en caso de haberse ajustado a aquel modelo elitista y pausado es que hoy no seríamos tantos.

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