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Mucho brillo

'Pose' narra el éxito de los "balls" neoyorquinos, los refugios nocturnos de la comunidad transexual en los 80

Mucho brillo

Es una de las 10 mejores series del año según la American Film Institute, la prestigiosa entidad encargada de medir la temperatura de los Globos de Oro. Premios en los que Pose, la serie que nos ocupa esta semana, acumula dos nominaciones, incluida a la Mejor serie de drama. Producida por Fox y llevada al streaming por HBO, de su ficha técnica llama la atención un nombre, el de Ryan Murphy, productor de exitosas series como Glee o American Crime Story. Solo resalta el magnate audiovisual por un hecho inaudito. La ficha de Pose incluye el mayor elenco de actrices transexuales que jamás se haya visto en Estados Unidos. Todas ellas desconocidas para el espectador, su participación aporta realismo a una historia necesaria, la de una casta en la base de una pirámide de prejuicios que todavía perduran en la era millennial y por la que nadie está preocupado. La comunidad transexual es la verdadera protagonista de Pose. La serie narra el éxito de los balls neoyorquinos, una competición compuesta por desfiles y bailes que eran refugio de las drags en los años 80. Un ambiente que ya retrató el documental Paris is burning en los 90.

La mayoría de los asistentes a estos locales procedían de familias humildes que rechazaron su condición. La mendicidad, la prostitución, el exhibicionismo o el tráfico de drogas venían unidos a un género "no escrito" por la comunidad médica y que no era apto en la esfera pública.

Se trata de la serie más personal de toda la carrera de Murphy. De hecho, el productor ha querido que unos de los protagonistas plasmara en la pequeña pantalla la manera en la que el propio Murphy salió de armario. Pose habla sobre tabúes como el sexo entre dos hombres -sus personajes hablan de lo que es ser pasivo y ser activo- y plasman los estragos del sida en la época.

A pesar de la dureza de las historias que narra la serie, así como el mérito de filmar escenas todavía necesarias en nuestra sociedad, Pose no deja de ser de algún modo banal.

Los primeros capítulos presentan una capa -muy gruesa- que peca de superficial. Y no lo digo por la purpurina. Los diálogos son previsibles y dos de los intérpretes -no haré spoilers- protagonizan escenas demasiado impostadas. Estas notas desafinadas se van puliendo a partir del cuarto capítulo (la serie cuenta con ocho) y las historias de sus personajes -algunos de ellos hechos a medida para enternecer al espectador- van cogiendo fuerza. La serie entretiene. Mata el gusanillo, pero no sacia. A pesar de todo, triunfará en los Globos de Oro.

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