—¿Qué tal, don Papá Noel?
—Niklaus, por favor.
—¿Niklaus?
—Lo que mola últimamente es el nacionalismo. ¿O no lee usted los periódicos? He decidido volver a mis orígenes.
—Entonces, los que no somos nacionalistas...
—Acabarán siéndolo porque les obligaremos. Así ha funcionado siempre.
—Huy, pero esas cosas nunca han acabado bien...
—Nada como una buena juerga. Hay que acabar con tanto nihilismo.
—Perdóneme, pero yo no sé qué es eso
—Ni yo tampoco, pero es lo que últimamente funciona mejor.
—Le veo poco navideño...
—A los descreídos también nos gusta la Navidad, no crea.
—¿Qué hago, creo o no creo?
—Qué lío, ¿verdad?
—Verdaderamente complejo...
—Y eso que no me ha visto usted hablar con los renos. Así vestido y hablando con animales me meterían en un psiquiátrico, que es, curiosamente, donde menos regalos suelo dejar.
—Debe ser porque en los psiquiátricos no hay niños.
—No lo crea. Están llenos. Eso sí, suelen ser niños de más de treinta años. Es más, muchos de ellos no están locos.
—Venga va, ¿qué me va a traer pasado mañana?
—Pasado mañana no lo sé, pero una buena ración de Vox sí que les espera el año que viene. Y entre los de Vox y los indepes, a nada que se descuiden, van a disfrutar ustedes de unas buenas tortas, y no de maíz precisamente.
—Esperemos que los Reyes Magos vengan con mejor humor que usted...
—De momento, creo que Baltasar este año no viene. No sé qué problema tiene con las concertinas, que no le dejan pasar.
—Los de Vox, precisamente, no quieren mucho a los inmigrantes de color...
—... excepto si les van a traer regalos, meten muchas canas-tas de tres puntos o corren más que el defensa contrario.
—Dígame algo interesante, al menos...
—Le diré: mi mujer, como todas, es mucho mejor que yo.
