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Mallorquines por el mundo

Armisticio

11 de noviembre a Berteaucourt.

El centenario del armisticio, el 11 de noviembre que marcó el final de la Primera Guerra Mundial, me pilló casualmente pasando unos días en Berteaucourt, un pequeño pueblo de La Somme, uno de los escenarios más dantescos de la contienda. El día, gris y desapacible, no acompañaba a mucha celebración, pero ni la lluvia ni el viento impidieron la ceremonia prevista. Una sencilla ceremonia - muy alejada de los fastos del Arco del Triunfo parisino- un breve discurso del alcalde seguido de la ofrenda, corona de flores al pie del monumento conmemorativo, mientras se desgranaban los nombres de los soldados, vecinos de la localidad, que perdieron la vida en el curso del conflicto bélico. Frente a la estela funeraria mi amigo Jeanneau, el portaestandarte, honraba la memoria de sus ancestros repitiendo a cada mención un sobrio "morts pour la France".

Y es que la Gran Guerra, como se la conoce comúnmente aquí, marcó de un modo indeleble la memoria de nuestros vecinos franceses. Una memoria poblada de trincheras, de obuses, de horror y de muerte. Digamos que hasta entonces nunca, ni en Europa ni en el Mundo, se había vivido una guerra total, alcanzando unas cotas de barbarie, unas cifras, en pérdidas humanas y materiales tan espeluznantes. De ahí lo de Grande, grande por la desmesura del horror, de lo nunca visto (nadie podía imaginarse lo que vendría después).

Desde entonces, el Armisticio de 1918 siempre se ha celebrado con un énfasis especial, a diferencia de la Liberación o de la Victoria, cuando la capitulación sin condiciones de la Alemania nazi frente a los Aliados. Cierto que el día de la Victoria, el 8 de Mayo, es de nuevo fiesta nacional desde que en 1981 Mitterrand (quizás - y es cosecha mía - para borrar los rumores que corrían sobre su oscuro pasado) la volvió a poner en órbita. Pero no debemos olvidar que había sido borrada del calendario por el mismísimo general de Gaulle en 1959. Seguramente, el rol ingrato de Francia en la Segunda Guerra con los tristes episodios de la Ocupación, el Régimen de Vichy, el colaboracionismo y la deportación, temas que siguen siendo aun en parte tabú, han influido en el no festejar demasiado esa fecha. También, sin duda, la reconstrucción de Europa, la firma del tratado del Eliseo entre Adenauer y de Gaulle junto con la creación de la Unión Económica Europea, invitaban mas a la reconciliación, a pasar página.

La solemne conmemoración del centenario en laParís, orquestada por Macron con el visto bueno de Merkel , - y que supuso la concentración del mayor número de jefes de Estado o de Gobierno de las últimas décadas- nos remite al Armisticio. Del latín "armistitium", de "arma", evidente, y "statium" , estacionario, en el sentido de estar quieto, y de ahí su significado, cito a la RAE: Suspensión de hostilidades pactada entre pueblos o ejércitos beligerantes. Lo celebrado pues es el fin de la guerra, nada que ver con el humillante tratado de paz de Versalles impuesto por aliados y franceses a los alemanes en 1919. Tratado de triste recuerdo donde viajaba el germen que acabó provocando el auge del nazismo y el estallido de la Segunda Guerra.

El Armisticio como símbolo, punto final a la barbarie de una guerra que ahora nos parece tan lejana. En estos tiempos revueltos que vivimos, entre el auge de la demagogia y el populismo, cuando la información viene de la mano de las "fake news" y de la intoxicación, no está de más un ejercicio de memoria, mirando hacia atrás sin ira. Recordar para no caer en los mismos errores, para no repetir la historia.

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