La Iglesia no parece encontrar problemas en que los restos del asesino Francisco Franco acaben en la catedral de Madrid. De hecho, no parecen apreciar problema alguno en que los peores fascistas de Europa tomen como propio uno de los principales locales de su secta. No les importa. Encuentran en cambio enormes problemas en que dos adultos del mismo sexo manifiesten su amor, pero ninguno en abusar y violar a menores de edad sin que ello les afecte lo más mínimo. Por eso, digo yo, han encargado elaborar un protocolo de prevención de la pederastia dentro de la Iglesia a un obispo que encubrió a abusadores de su secta y, no contentos con eso, hasta se dedicó a homenajearlos. No sé si vomitar encima de un obispo será objeto de excomunión. No sé.
