Diario de Mallorca

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Pequeñas historias de grandes cambios

El ciudadano tiene un gran poder de decisión y, de forma altruista, con pequeños gestos puede cambiar su metro cuadrado

El vidrio llega a la planta situada en Bunyola. DM

A principios de este año, el Parlamento Europeo dio un empujón en materia de residuos que afectará a todos los Estados miembros. Entre otras medidas, acordó que en el 2035 solamente el 10% de los residuos podrán terminar en vertederos. Además, apostó por incrementar el reciclado: que el 55% de los residuos municipales se reciclen en 2025, un 60% en 2030 y un 65% en 2035. Además, en 2024 todos los países de Europa deberán recoger, de manera separada, la materia orgánica (restos de carne, pescado, fruta y verdura).

Hoy recogemos pequeñas historias de ciudadanos anónimos que aportan su granito de arena en mejorar su metro cuadrado. Pequeñas acciones que cuentan más de lo que crees. Y tú, ¿cuál es tu metro cuadrado?

El metro cuadrado del compost

Elena, Dani y Jaime acaban de mudarse a una planta baja de la zona de Santa María. “Nos encantó el jardín. Después de limpiarlo podremos cultivar nuestras propias hortalizas”, explica Dani. Sí, los tres amigos trabajan en la hostelería. “Nos encanta el producto de temporada y de aquí. ¿Para qué buscar fuera lo que tenemos en casa, aquí cerca?”, se pregunta Elena. Santa María tiene implantado el sistema puerta a puerta que recoge cada una de las fracciones de residuos, incluida la materia orgánica. “Pero nosotros decidimos hacer compost con nuestra comida y después utilizarlo en el huerto”, explican. Así de fácil.

El 40% en peso de los residuos que generan los hogares de Mallorca son materia orgánica. Con este simple gesto, los tres amigos convierten un residuo en recurso y evitan, además, las emisiones de transporte de este residuo a las plantas de tratamiento y su transporte posterior pasa su consumo.

El metro cuadrado de la reutilización

María y Joan han terminado las vacaciones de verano. Sus hijos, Pep y Bea han empezado el colegio este año y todo es nuevo en casa; nuevos libros, nueva ropa, nuevas ilusiones. “¡Uf, necesito espacio!, hay que desmotar el antiguo vestidor para que cada niño tenga su propia habitación. Ya son mayores”, piensa la madre. “¿Y qué hacemos con todo lo que no necesitamos? Pues a donarlo a Deixalles y la ropa, al contenedor de la calle”, concluyen.

Deixalles es una entidad sin ánimo de lucro dedicada a la economía social, centrada en la recogida domiciliaria de enseres y a su posterior venta. Como tal, Deixalles forma parte de AERESS, la Asociación Española de Recuperadores de Economía Social y Solidaria.

Posiblemente lo que no saben María y Joan es que su acción altruista, aparte de permitir engrasar la economía social permite, además, reducir los residuos y las emisiones de gases de efecto invernadero. Y es que durante el año 2017, las cifras de la red AERESS, de aquellas organizaciones que, como Deixalles, trabajan en pro de la economía circular, se han visto incrementadas. La cantidad de residuos gestionados ha alcanzado la cifra de 95.782 toneladas, de los que el 83,11 % han sido destinados a reutilización y reciclaje por las propias entidades y el número de empleos generados durante el año ha ascendido a 1.986. Las fracciones de residuos que las entidades han gestionado en mayor proporción han sido, un año más, los residuos voluminosos como sofás y armarios con más de 31.000 toneladas y el residuo textil (más de 28.000 toneladas) y se ha conseguido una tasa de reutilización del 50%. “La red posee en estos momentos 4.800 contenedores de ropa usada por todo el territorio donde los ciudadanos pueden depositar las prendas que ya no utilizan para que tengan una segunda oportunidad”, apuntan desde AERESS. Aquellos residuos susceptibles de ser reutilizados pasan por el proceso de preparación para la reutilización para posteriormente ser donado a familias sin recursos o puestos de nuevo a la venta en las más de 100 tiendas solidarias que la red posee.

Gracias a la reutilización, las entidades han conseguido evitar emitir a la atmósfera 112.684 toneladas de dióxido de carbono lo que equivale a más de cinco millones de árboles absorbiendo CO2 en un día y a más de 19.000 coches eliminados de la circulación durante un día. En cuanto al balance social, los datos de la red han sido muy positivos alcanzado la cifra de 14.262 personas atendidas durante el año 2017. De los empleos actuales, el 49 % se corresponde con empleos de inserción de colectivos en riesgo de exclusión, como personas inmigrantes, parados de larga duración o personas sin hogar, entre otros

El metro cuadrado del ‘carsharing’

“Vendí el coche porque estaba harta de buscar aparcamiento”. Así lo explica Yolanda, vecina del centro de Palma. “Aparcar por aquí es imposible y tener uno de alquiler cuesta unos 130 euros al mes. Demasiado”, apostilla. Yolanda se desplaza habitualmente en bicicleta por Palma y cuando, puntualmente, necesita un vehículo recurre a Ecotxe. Ecotxe es una cooperativa de vehículos eléctricos compartidos de Mallorca que ofrece, por horas, alquiler de vehículos eléctricos o carsharing. Después de asociarse, se puede hacer la reserva a través de móvil. Las fracciones de tiempo diarios van desde los 30 minutos (que cuestan 4 euros) hasta las 24 horas que sube hasta los 35. Este mes de agosto, la cooperativa adquirió un segundo coche ubicado en el aparcamiento subterráneo Antoni Maura que se suma al que ya está radicado en el de Vía Roma, los dos en la capital balear.

Y es que Europa está empachada de coches. Según analiza la Fundación Ellen MacArthur, organismo de referencia en economía circular, el 92% del tiempo el coche está aparcado. El 8% restante se distribuye en cinco puntos para la conducción, 1,6 puntos buscando aparcamiento y un punto en atascos. A pesar de estos datos, el coche es protagonista principal de nuestras ciudades: el 50% de las urbes europeas está dedicado al vehículo mediante calles, aparcamientos, carreteras, estaciones de servicio. Eso sin tener en cuenta que, de media, los coches transportan solo a 1,5 personas por trayecto.

El metro cuadrado del agua de grifo

Antonia y Pep viven en Inca. Hasta hace unas semanas en su barrio era difícil encontrar un contenedor de recogida selectiva. “De un día para otro pasamos de contenedores al sistema de recogida puerta a puerta. El cambio fue total”, explica Antonia que reconoce sin rubor que antes no reciclaba y que ahora sí, “¿qué remedio?”. Pero sin duda una de las cosas que más le ha impactado es el gran volumen de residuos que genera una familia de tres miembros como la suya: “es alucinante, jamás me lo había planteado. Con el sistema puerta a puerta ahora no podemos sacar todas las fracciones a la vez y por eso se acumulan en casa. Así hemos tomado más conciencia”, explica.

Antonia y Pep han decidido dar un paso más y, aparte de reciclar, quieren prevenir la generación de residuos. “Antes comprábamos agua embotellada y, la verdad, entre irla a comprar, cargarla y después tirar los envases vacíos, era demasiado. Por eso decidimos ir comprar un equipo de ósmosis. Es verdad que la inversión inicial es importante, pero hicimos números y en un año ya lo tendremos pagado”, explica. El efecto ha sido doble: reducir el gasto mensual de agua del hogar y, también, la producción de residuos de envases.

El metro cuadrado de las vidas eternas del vidrio

A María le encanta beber vino. “Y en mi familia, ¡ni te digo!”, explica. Como lo bueno se envasa en vidrio, ella lo deposita en el contenedor verde para que sea reciclado. Y es que el vidrio se puede reciclar infinitas veces sin perder un ápice de calidad. Así, de acuerdo Informe de sostenibilidad de Ecovidrio, correspondiente al 2017, se desprende que Balears es la comunidad autónoma que más vidrio recicla per cápita, 38,8 kilos por habitante. En el otro extremo se encuentra Extremadura con 7,4 kilos por habitante y año.

Pero más allá del reciclado de los envases de vidrio, están las medidas de ecodiseño: tener lo mismo con menos, es decir, consumir menos materia prima y, por tanto, generar menos residuos. En esta línea va el Plan empresarial de prevención (PEP) que según la Ley 11/1997, de envases y residuos de envases, los envasadores tienen obligación de presentarlo cuando superen los umbrales de peso que fija la norma. “Asimismo, es posible una adhesión voluntaria a los PEP de Ecovidrio para aquellas empresas que desean trabajar en el ecodiseño de sus envases, aunque no superen estos umbrales”, explican fuentes de Ecovidrio.

Así, durante 2017, 264 empresas se adhirieron a los PEP de Ecovidrio. “Ecovidrio ofrece servicios a las empresas que participan en sus PEP, con el objetivo de ayudarles a llevar a la práctica estas medidas de ecodieño. Estos servicios incluyen el asesoramiento técnico, telefónico y a través de visitas presenciales, de un experto en ecodiseño, que atiende el caso particular de cada empresa y les asesora en las medidas más apropiadas para su sistema de envasado”, explican. En base a los datos facilitados en la ficha de seguimiento, en 2017 las empresas que participan en los PEP de Ecovidrio desarrollaron 326 medidas de prevención que van desde la reducción del peso unitario de la botella de vidrio no reutilizable a la simplificación del etiquetado pasando por la eliminación progresiva de los separadores entre botellas de las cajas.

El metro cuadrado del diseño

Sofía y Aundrée son dos estudiantes de diseño de producto del Istituto Europeo de Design (IED) en Madrid que un día se hicieron esta pregunta: ¿qué podemos hacer nosotras para reducir la generación de residuos? Una idea que poco a poco fue tomando forma y se acotó aún más: el ecodiseño como herramienta para la reducción del consumo de plásticos de un solo uso y de la contaminación. Así fue como idearon un vaso que lleva incorporada la pajita y la tapa, todos fabricados con el mismo material. “Con este enfoque, también pudimos adaptar la longitud de la pajita al tamaño de vaso reduciendo así una cantidad generosa de plástico en cada pajita: respectivamente 77%, 81% y 85% para el tamaño de vaso grande, mediano y pequeño”, explica Sofía. Las diseñadoras quieren demostrar que “pequeños cambios tienen un gran impacto” y hablan de su producto como un “todo en uno”. Y no es baladí: solamente en Estados Unidos se consumen más de 500 millones de pajitas al día. Una idea que les ha valido ser el primer premio James Dyson 2018 a nivel español, entre los que había 62 proyectos a concurso

El metro cuadrado del desperdicio alimentario

Marina vive con su gato. Ella es maestra en un pueblo de Mallorca y casi nunca está en casa. “¿Tirar comida? Pues lamentablemente sí, tiro bastante. A veces porque como de restaurante, otras en casa de mis padres”, se lamenta. Desafortunadamente su caso no es extraño: Europa genera el 14% del desperdicio mundial de alimentos y España es el séptimo que más comida desperdicia del continente con 7,7 millones de toneladas al año.

Ante esta situación, se están llevando diversas acciones para revertir la situación. Es el caso de la decisión que tomó el Consejo Directivo de la Asociación de Fabricantes y Distribuidores (AECOC) en 2012 aprobando llevar a cabo un proyecto destinado a frenar este problema. “Las empresas integradas en el proyecto han logrado reducir en un 30% la cantidad de producto desperdiciado en estos siete años e incrementar en un 13% la cantidad de producto que, tras no ser comercializado, se ha donado a entidades benéficas”, explica Carmen Cobián, presidenta del Comité AECOC contra el desperdicio alimentario. Para ello se han llevado a cabo acciones como revisar sus procesos productivos en busca de ineficiencias para aplicar medidas correctoras, analizar su cadena de suministro (pedidos, stock, transporte…), mejorar/revisar sus sistemas de packaging, optimizar sus procesos de comercialización (saldar productos al final del día, campañas de frutas feas…) o mejorar la información al consumidor (formas de consumo, recetas de aprovechamiento, conservación del producto…). “También se han potenciado los acuerdos de colaboración con bancos de alimentos y otras entidades benéficas, se ha formado a sus empleados en técnicas de eficiencia y prevención del desperdicio, además de la difusión de sus buenas prácticas y de la colaboración para sensibilizar a la opinión pública”, añade. Y es que la Unión Europea pretende poner freno al desperdicio alimentario. En este sentido, contempla medidas directas relacionadas con el desperdicio alimentario: un 30% menos en 2025 y el 50% en 2030. Para conseguirlo se llevarán a cabo iniciativas para que la gente conozca la diferencia de conceptos muy comunes como fecha de caducidad y de consumo preferente.

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