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El mayo francés del 68, medio siglo del "prohibido prohibir"

Se cumple medio siglo de la primavera de 1968, en la que París concitó la atención del mundo ante una revuelta estudiantil que devino en frustrada revolución

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El mayo francés del 68, medio siglo del ?prohibido prohibir?

La Europa surgida de las ruinas de la Segunda Guerra Mundial, que 23 años antes había concluido con la derrota de la Alemania nazi, estaba a punto de asistir a una convulsión inesperada. Francia, gobernada por el general Charles De Gaulle, presidente de la quinta República, el hombre que había salvado el honor de la nación al no claudicar ante Hitler, entró en una situación revolucionaria, que acabó por enviar al mismísimo De Gaulle a la jubilación. Los sucesos de la primavera de 1968 han pasado a la historia como el Mayo francés, los de la revolución estudiantil que acuñó eslóganes como "prohibido prohibir" o "la imaginación al poder". El Mayo francés concitó la atención del mundo, menos la de España, que, sometida a la dictadura del general Franco, que un año más tarde nombraría a Juan Carlos de Borbón "sucesor a título de rey" en la jefatura del Estado, decidió que lo que acontecía en París eran algaradas estudiantiles, que merecían una mera mención en los telediarios de la televisión pública y poco más en los periódicos sometidos al control de la censura que diligentemente administraba el ministro de información y Turismo, Manuel Fraga.

Un periodista mallorquín, que entonces contaba con 18 años, vivió en el París revolucionario del 68. Estuvo en la capital de Francia en abril y mayo quedando tan fascinado por lo que ocurría que acabó por instalarse en la capital de Francia seis años. Jordi Bayona, de larga trayectoria profesional, que incluye la dirección de Diario de Mallorca en la década de los 90 del pasado siglo, recuerda perfectamente lo que fue el "París revolucionario", el de las barricadas, que a algunos historiadores hizo rememorar los sucesos de La Comuna de la Revolución de 1848, en la que Víctor Hugo hace discurrir su novela Los Miserables. "Me soprendió mucho lo que estaba viendo -explica Bayona-, porque viniendo de España, de Barcelona, donde lo que conocíamos era que la policía, los grises, eran los fuertes y los universiarios los débiles, en París ocurría lo contrario: la que se tenía que retirar era la policía ante el empuje de los estudiantes". También quedó muy sorprendido por el hecho de que quienes hicieron posible los sucesos de mayo consideraran al Partido Comunista francés y a los sindicatos lo mismo que la derecha. "En España teníamos una cultura política que claramente establecía los términos derecha e izquierda; hete aquí que en París se metía en el mismo saco a la derecha y a los comunistas, en nuestro país perseguidos sin tregua por la dictadura", remacha.

Ambiente insólito

Jordi Bayona ironiza, con la perspectiva que el tiempo permite establecer, el fervor revolucionario de aquella primavera en París. "El ambiente era insólito, pero fui incapaz de ver cómo se tomaba el poder, que era la gran aspiración de los estudiantes", dice."Francamente -prosigue-, me chocó muchísimo, porque me pasaba el día en la calle yendo de un sitio a otro y, curiosamente, mucho antes de que apareciera Internet, los teléfonos móviles, la gente se enteraba al instante de dónde debía ir". "La verdad -setencia- es que cuando lo vives no sabes que lo estás viviendo, eso es lo que a mí me sucedió".

El Mayo francés empezó siendo una sucesión de manifestaciones protagonizadas por los estudiantes universitarios, de jóvenes que protestaban contra unas normas sociales, "acartonadas", según definición de Bayona, surgidas del final de la Segunda Guerra Mundial, unas normas propias de "la Francia rural y tradicional", las que todavía hoy concentran el voto de una parte del electorado francés de la derecha conservadora. A medida que pasaban los días las cosas se complicaron, las manifestaciones se hicieron masivas, participaba gente ajena al mundo universitario, lo que hizo que las autoridades acabaran por perder el control de la situación, cosa que ocurrió en el momento en el que los jóvenes se implicaron con las reivindicaciones de los trabajadores. Entonces, aquella colusión de intereses, además de alarmar profundamente al poder establecido, amenazó seriamente con sobrepasarlo, con dejarlo en la cuneta.

Fue el instante en que el presidente de la República vio en peligro eminente la continuidad de las instituciones. De Gaulle, se fue a Alemania, a entrevistarse con el general Massu, al mando de las fuerzas armadas que allí estaban acantonadas como ejército de ocupación, en virtud de la capitulación de Alemania en 1945, para preparar una posible ocupación militar de París, dado que consideraba desesperada la situación. Además, estableció una negociación con los sindicatos y el Partido Comunista con el propósito de dejar aislados a los estudiantes. El PCF, a la postre un partido conservador de orden, se avino a llegar a un acuerdo con De Gaulle y los representantes de la derecha, con lo que la efervescencia revolucionaria empezó a perder intensidad. "Creo que nadie tenía conciencia plena de lo que estaba sucediendo, porque hasta era muy difícil enterarte de lo que decían los dirigentes estudiantiles", explica Jordi Byona, para quien hubo un instante, cuando se supo que De Gaulle había viajado a Alemania para verse con Massu, que en la cabeza de muchos estuvo la toma de La Bastilla, pese a que nunca se supo cómo hacerlo.

Manifestación

Fue a finales de mayo, el día 30, con Bayona de atónito testigo, cuando quebraron las esperanzas revolucionarias, el momento en el que se produjo el punto de inflexión. Una de las cabezas más lúcidas de la intelectualidad francesa, gran amigo del presidente de la República, el escritor André Malraux, quien, recogiendo lo dicho por Napoleón, dejó escrito que China, cuando despertara, haría que el mundo temblase, organizó y se puso al frente de una gran manifestación que marchó por los Campos Elíseos marcando el final de las revueltas. Retornó el orden establecido. No fue necesario ue el general Massu desplazará sus tropas hacia París, pero aunque volvió el orden de siempre, éste, asegura Bayona, nunca regresó del todo. El Mayo francés fue, afirma, "un completo éxito como revolución cultural, de drástico cambio en las convenciones sociales, y, al tiempo, un cero en política".

El sociólogo Alain Touraine, investigador sobre la sociedad posindustrial y los movimientos sociales, ha dejado escrito que para que la socialdemocracia esté en condiciones de llevar a buen puerto reformas interesantes es preciso que con anterioridad fracase unsa revolución. Eso es lo que acaeció en buena medida con el Mayo francés: fracasó, pero después se iniciaron los cambios y una década más tarde, al iniciarse los años 80, llegó a la presidencia de la República francesa Francoise Mitterrand. Mucho antes, en 1969, un referéndum se llevó por delante al general De Gaulle, quien lo convocó para proceder a la regionalización del Estado, topándose con que la mayoría de los franceses le daban la espalda. Dimitió, sucediéndole su primer ministro, Georges Pompidou. De Gaulle jamás volvió a desempeñar un papel político activo. Quedó como el gran referente institucional de Francia. Desde entonces su figura se ha agigantado. Es el militar que impidió la humillación absoluta de Francia a manos de Adolf Hitler, que posibilitó otro general, Philippe Pétain.

La convulsión que produjeron los sucesos del Mayo francés fue espectacular. Las ondas sísmicas se extendieron por toda Europa occidental. España se mantuvo al margen. Queda dicho que la censura que ejercía la dictadura del general Franco sobre los medios de comunicación impidió que se supiera qué era lo que realmente estaba aconteciendo en París. En Mallorca, a pesar de que el turismo, en pleno auge, proporcionaba la oportunidad de conocer de primera mano la realidad europea, tampoco los periódicos se explayaron sobre el asunto. Pendía la amenaza de las multas e incluso el cierre de periódicos, los artilugios ideados por el ministro Fraga para mantener sujeta a la prensa sin necesidad de recurrir a la censura previa, que había imperado hasta unos pocos años antes, concretamente hasta la Ley de Prensa de 1966. Lo que decían los periódicos era que en París había algaradas estudiantiles, y poco más. Otra cosa era lo que en determinados círculos se informaba.

Congregación Mariana

Desde donde se suministro más información real fue a través de una institución perteneciente a la Iglesia católica, controlada por los Jesuitas, la Congregación Mariana. En su local, ubicado en la calle de Apuntadores, las charlas se sucedían; en ellas, los conferenciantes, siempre vigilados por policías adscritos a la brigada político-social, los encargados de reprimir las situaciones de oposición a la dictadura, explicaban lo que se estaba desarrollando en París.

La Congregación Mariana estaba dirigida por el padre Sabater, quien, además de ser una excelente persona, hacía lo posible y lo que no estaba a su alcance para que se expresaran libremente las ideas políticas de unos y otros. Sus ciclos de conferencias atraían a mucha gente, lo que hizo que las autoridades del franquismo, en especial las policiales, presionaran insistentemente a la dirección de los Jesuitas para que obligaran al padre Sabater a poner como mínimo sordina a lo que permitía que existiera en la Congregación Mariana. No lo consiguieron. El sacerdote invitó a quienes habían estado en París para que dieran cuenta de lo que había sido el mayo revolucionario. La Congregación Mariana fue la ventana de la que dispuso Mallorca, más allá de la censura ejercida por el franquismo, para conocer qué había sucedido.

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