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Voleibol y espectáculo

Las dos vidas de Damián Seguí

Ha vivido dos pasiones en sus 80 años: ha conjugado el deporte, volcado en el voleibol, y las denominadas variedades, el espectáculo dirigido al turismo. Pero también ha estado presente en acontecimientos históricos

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Las dos vidas de Damián Seguí

Es uno de los empresarios menos ortodoxos con el que se puede topar en Mallorca. Damián Seguí da la sensación de haber vivido casi a salto de mata, improvisando, aunque, de ser así, la improvisación le ha rendido unos espléndidos frutos, porque ha sido capaz de crear el que fue el restaurante-espectáculo más conocido de Europa, Son Amar, lo que atestigua la cifra de clientes que en las cuatro décadas que lo ha dirigido han pasado por él: 15 millones. Al tiempo, Seguí ha vivido al máximo su pasión deportiva: el voleibol, lo que le ha llevado a crear un club, el Son Amar, que se ha codeado con los mejores de Europa y que ahora, después de un paréntesis, ha vuelto a situar en la élite del voleibol español rescatándolo de la marginalidad en la que se hallaba. La de Damián Seguí es la historia de un empresario capaz en todo momento de atreverse con iniciativas que a otros habrían parado en seco.

Nuestro hombre nació en Sóller, el 25 de agosto de 1935, casi de casualidad, ya que sus padres vivían en Argelia y se hallaban en Mallorca pasando las vacaciones. Dice que él nació español y su hermano Cristóbal, venido al mundo en marzo, fue francés, dado que en aquel momento Argelia era colonia francesa. Su vida en este país del Magreb, en el que estuvo hasta los 28 años, da pie para contar una historia aparte. No en balde fue testigo de los acontecimientos que, en el inicio de la década de los sesenta del pasado siglo, desembocaron en la independencia.

Cuenta que lo suyo no era el estudio, pero que se desenvolvía bien en el colegio dada su afición al voleibol, lo que le llevó a ser el capitán del equipo del centro. Cumplidos los 17 años, aburrido del colegio, se puso al frente de la empresa familiar, dedicada a la exportación de tomates y naranjas. La empresa enviaba los productos a Francia. Poco después, en Argelia se detectaron yacimientos de petróleo y gas, lo que hizo que Damián Seguí adquiriese un camión, que tuvo que reemplazar al cabo de un año, para llevar repuestos de toda clase a las empresas que extraían el petróleo. Fue una década en la que a bordo de su vehículo recorrió buena parte del territorio argelino.

En 1962 el general Charles De Gaulle concede a Argelia la independencia después de una durísima confrontación del Ejército galo con el Frente de Liberación Nacional (FLN) y los franceses nacidos en Argelia, los pied noir. De Gaulle les dio tres meses para abandonar Argelia, lo que hicieron casi todos menos sus suegros, lo que llevó a Damián Seguí a retornar nuevamente a Argelia y permanecer dos años más. Aclara que fue testigo de lo sucedido en Argel y de las actividades de la OAS, aunque precisa que nunca aceptó sus métodos.

Regreso a Mallorca

El definitivo regreso a Mallorca se fecha en 1964. Cuenta que su abuelo era el propietario de las fincas Son Amar y la Font Seca lo que posibilitó que, en la primera, junto a su hermano Cristóbal, abriera un restaurante especializado en condimentar pollos y lechonas. Recuerda que el primer año fue "un desastre", por lo que pensó en hacer algo distinto, por lo que se entrevistó con un touroperador danés para ofrecerle un paquete consistente en comidas y un espectáculo basado en bailes mallorquines. Aquello constituyó el inicio de lo que después sería el Son Amar de los mejores años. Primero fueron dos autocares semanales los que llegaban al restaurante, pero, al poco, después de contactar con otro touroperador, el flujo de clientes se incrementó llegando a ser visitado, en el primer año, por unos 20.000 clientes.

La oferta gastronómica inicial se basaba exclusivamente en una barbacoa, pero Damián Seguí pensó que no bastaba, que se necesitaba algo más para hacer del restaurante algo con el atractivo suficiente para obtener reconocimiento internacional. Decidió viajar a París contratando al mejor técnico del momento en efectos de luces, después procedió a montar un escenario amplio, capaz de albergar grandes espectáculos, lo que también le llevó a trasladarse a Las Vegas para observar cómo se hacían allí las cosas. Fue el nacimiento del Son Amar, que casi de inmediato adquirió renombre en toda Europa.

El restaurante-espectáculo funcionó "magníficamente" desde el primer momento. Los turistas estaban encantados con lo que se les ofrecía, tanto la gastronomía como las variedades. Hubo artistas conocidos internacionalmente, entre ellos los cuatro cantantes afroamericanos conocidos como los Drifters o el ballet de Carmen Motta, incluso se pudo ver la actuación de cuatro tigres, uno de ellos albino, adquirido en Canarias, siendo apenas un cachorro, por ocho millones de pesetas de la época. "Son Amar fue mi gran éxito profesional", asegura Damián Seguí.

No se resiste a relatar el encuentro que tuvo, en los primeros años ochenta, con el secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética y jefe del Estado Mijail Gorbachov en el transcurso de la vista de éste a Mallorca. Gorbachov tuvo noticia de la excelencia de los tomates que en el huerto del restaurante cultivaba Damián Seguí, por lo que solicitó verle. Dice que no sabe cómo se enteró, pero lo cierto es que se presentó en Son Amar acompañado de sus guardaespaldas solicitándole comprobar si era verdad lo que le habían dicho acerca de los tomates. Le respondió que por supuesto, siempre y cuando Gorbachov aceptará la condición que le ponía. El líder ruso quedó un poco sorprendido y, a través del intérprete, le inquirió cuál era la condición. Se trataba de que le acompañase al huerto para que cogiera él mismo los tomates. Gorbachov, sonriendo ampliamente, le dijo a Damián Seguí: "Usted es un hombre de la tierra".

El 1 de febrero de 2007 Damián Seguí decidió vender Son Amar, dando por concluida su etapa como empresario tanto de la restauración como del espectáculo. En las cuatro décadas en las que permaneció dirigiendo el negocio, las cifras son apabullantes: los citados 15 millones de clientes dan fe del éxito obtenido.

El Voleibol

Corriendo paralelamente a lo expuesto, discurre la vida deportiva de Damián Seguí, su absoluta vocación por el voleibol. Los inicios fueron casi una mera actividad complementaria a la empresa. En 1965, en el transcurso de uno de sus viajes a París, adquirió una red y un balón dado que tenía el proyecto, inspirado en las estrategias de las empresas japonesas, de crear un equipo de empresa con sus empleados. Estos acogieron la iniciativa con entusiasmo, hasta el punto de que en la hora dedicada a la comida jugaban un partido entre ellos. Damián Seguí era uno más. Cuando disputaban los puntos se apeaba el tratamiento, dejaba de ser don Damián para ser el abuelo, que era como le conocían. Primero compitieron con los escasos equipos mallorquines que se dedicaban a la práctica del voleibol, pero Damián Seguí picaba mucho más alto: quería convertir al equipo en uno de los punteros de Europa. Para lograrlo viajó de nuevo a París, ciudad en la que se celebraba un torneo de la copa de Europa entre varios equipos del Este, de países en la órbita de la Unión Soviética.

Seguí era amigo de un aficionado serbo-bosnio, buen conocedor del mundo del voleibol, a quien informó que de buscaba un "colocador-entrenador". Su amigo le dijo, señalando a un hombre que asistía al partido, "si ficha a éste será campeón de Europa". El problema para traérselo a Mallorca residía en que Yugoslavia era un país comunista, aunque no estaba bajo la influencia de la Unión Soviética, con lo que conseguir el visado era muy problemático. Damián Seguí aprovechó que el que quería que fuera su entrenador disponía de dos días libres antes de tener que regresar a Bosnia, para traerlo a Mallorca, donde consiguió que aceptara la oferta.

Faltaba lo más difícil: obtener el permiso de salida. Las dificultades eran de tal calibre que Damián Seguí optó por viajar a Yugoslavia, porque, de lo contrario, no había forma de obtener lo que quería. El equipo de Pedro Bozïc, que así se llamaba el hombre que se convertiría en el entrenador que afanosamente buscaba Damián Seguí, era uno de los mejores de Bosnia, por lo que el comisario político del Partido Comunista que debía conceder el visado, se opuso rotundamente a la petición que le formuló. En cada una de las conversaciones que mantuvieron la respuesta siempre era la misma: "no", con lo que ya desesperaba de conseguir la salida de Bozïc, pero no desesperaba de lograrlo de una u otra forma.

Autorización

Al final, fueron los compañeros de Bozïc quienes doblegaron la voluntad del funcionario comunista, al manifestarle que habían decidido darse de baja alegando causas diversas. El comisario político, viendo que estaba a punto de deshacerse el equipo, lo que, sin duda, le habría acarreado problemas, accedió a conceder el visado y Pedro Bozïc se convirtió en el entrenador del Son Amar iniciando una ininterrumpida sucesión de éxitos de primer nivel: campeón de liga en las temporadas 80-81, 81-82, 83-84 y 85-86, además de campeón de la Copa del Rey en las temporadas 81-82, 83-84 y 85-86. También se logró el subcampeonato de Europa en dos ocasiones. Damián Seguí resalta que llegaron a jugar en Siberia a -28 grados centígrados, ganando por 3-0.

En este punto, Damián Seguí cuenta una anécdota: en Palma se iba a jugar un campeonato europeo con varios equipos de países comunistas. Todos daban por hecho que sería el representante de la Unión Soviética quien ganaría el torneo, pero Seguí, que había visto jugar al equipo de Rumanía, pensó que podía jugar una mala pasada a los rusos, por lo que invitó a los rumanos, con un mes de antelación, a viajar a Mallorca. Hospedó a los jugadores en unos apartamentos de su propiedad situados en la plaza Gomila poniendo un cocinero a su disposición, posibilitando que llevaran a cabo entrenamientos adecuados para llegar en plena forma al torneo. Además, se las ingenió para que el primer partido enfrentase a los rusos con los rumanos. El resultado fue el que ambicionaba: para sorpresa de todos los soviéticos fueron derrotados. Un desenlace tan inesperado que marcó el resto del torneo.

La gran sorpresa que se llevó Damián Seguí vino poco después: recibió una invitación del dictador comunista de Rumanía, Nicolai Ceaucescu, invitándole a visitar el país. En el aeropuerto de Bucarest le esperaban unos oficiales de la policía que le evitaron los farragosos trámites de entrada. Hasta se le facilitó una excursión en barca por el delta del Danubio, zona prohibida. Lo hecho por Damián Seguí con los jugadores rumanos había sido muy apreciado por Ceausescu, siempre celoso de marcar distancias con la Unión Soviética.

Al vender Son Amar en 2007 se desvinculó del club, pero el marinero que patronea su pequeño barco le invitó a presenciar un partido de voleibol pinchándolo para que asistiera. Lo hizo, quedando horrorizado del nivel. "Me enfadé muchísimo -afirma-, por lo que me involucré otra vez, y en tres años he subido al equipo desde la categoría regional a la primera división, y eso que faltan cinco jornadas para que concluya el campeonato". Damián Seguí dice, como epílogo, que tras 80 años, sigue llevando el voleibol en las venas, y eso es lo que le ha hecho volver a demostrar de lo que es capaz cuando se lo propone.

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