Investigación

El descuartizador de Asturias, ya en prisión, es "consciente de lo que hizo y sus consecuencias", aunque contó el relato "a su manera"

Javier R. E. reconoce ante el juez que mató, desmembró y desperdigó los restos de Santos Conrado, que ya han sido encontrados en su práctica totalidad, aunque su colaboración es confusa por su adicción a las drogas

"Qué asco", espetó una vecina a la salida del juzgado del reo, que apartó a la prensa esgrimiendo su muleta

El asesino confeso de Santos Conrado.

El asesino confeso de Santos Conrado. / ELOY ALONSO / EFE

David Orihuela

Javier R. E. reconoció al fin este martes, en el Juzgado, que fue él quien mató a Santos Conrado, de 71 años de edad, y, posteriormente, descuartizó su cuerpo y lo repartió en bolsas de basura en distintos escenarios en el entorno de la vivienda que ocupaban víctima y verdugo, en el número 30 de la calle Joaquín Costa de La Felguera. El descuartizador confeso de Langreo ya está en prisión.

El acusado, vecino de La Felguera de 58 años de edad y drogodependiente desde hace años, "está tranquilo, es conocedor de lo que hizo y puede vislumbrar las consecuencias", aseguró su abogado, Rubén Díaz, que se ha hecho cargo de la defensa del autor confeso del crimen de La Felguera por el turno de oficio. Díaz subrayó que su defendido "trató de explicar los hechos al juez de la manera que él percibe lo ocurrido". El abogado insiste en la realidad y el entorno en que vive Javier R. E. y su fuerte adicción a las drogas. "No percibe la realidad ni recuerda las cosas como podemos hacerlo nosotros", explicó. 

En su comparecencia de este martes, en el Juzgado de primera instancia e instrucción número 2 de Langreo, el acusado "contó lo que quiso y pudo contar, sin tergiversar ni ocultar nada", mantiene su abogado, que aclara una y otra vez que Javier R. E. tiene sus facultades alteradas y que su percepción de la realidad también es distinta de la del resto.

Según confirmó su abogado, el acusado no habría reconocido los hechos hasta sentarse delante del juez instructor. "Ha reconocido que es la persona que cometió el homicidio y, posteriormente, desmembró el cuerpo, y lo ha hecho con un relato ordenado y verosímil", aseguró Rubén Díaz. 

El abogado entiende que "los hechos pueden tener muchos puntos de vista y analizarse desde distinta perspectiva", es decir, "Javier ha reconocido que mató y descuartizó a la víctima, pero faltan averiguaciones y pruebas". "Hoy –por este martes–, después de valorar la situación en la que se encontraba, ha colaborado con la investigación y ha explicado las cosas como él las percibe y las recuerda, pero a partir de ahora puede pasar cualquier cosa", repitió Díaz, quien mantiene que "una cosa es la verdad material y otra la verdad jurídica, la primera solo la sabe el autor y la segunda puede coincidir total o parcialmente con la primera".

Al ser preguntado si su defendido es consciente de lo que ha hecho, el abogado afirma que sí, que "es consciente de todo, hasta el punto de que se lo ha explicado al juez". El acusado habría contado que mató a Santos Conrado a puñaladas, pero no precisó cuántas. Lo que apuntó el abogado es que "los tiempos que se han manejado hasta ahora no cuadran con los que mantiene el acusado". Las primeras investigaciones y los testimonios de los vecinos indicaban que Javier R. E. habría acabado con la vida de Santos Conrado la noche del domingo 17 al lunes 18 de marzo y que, posteriormente, habría invertido varios días en descuartizar el cuerpo y desperdigar los restos de la víctima por el barrio. "Eso no es así, no lo mató en ese momento", afirmó Rubén Díaz. El abogado no quiso entrar en más detalles sobre los tiempos. Tampoco quiso detallar la defensa las partes del cuerpo de Santos Conrado que se han encontrado hasta el momento, aunque mantiene que ese aspecto está prácticamente solucionado y que "si faltase algún fragmento sería irrelevante para la investigación". Es decir, si los restos recuperados no son todos, sí que serían suficientes para determinar la identidad del fallecido y las causas de la muerte, y si algo no se ha encontrado aún, sería algún pequeño fragmento.

Tras esta confesión, el magistrado titular del Juzgado de primera instancia e instrucción número 2 de Langreo, en funciones de guardia, dictó un auto de prisión provisional, comunicada y sin fianza para Javier R. E. Las diligencias se han abierto por un delito de homicidio "sin perjuicio de que dicha calificación pudiese cambiarse según avance el procedimiento". El reo podría ser acusado de asesinato si hubo agravantes como alevosía o ensañamiento.

La Fiscalía del Principado de Asturias había solicitado en el Juzgado el ingreso en prisión "al considerar que existen indicios suficientes de la autoría de los hechos por parte del detenido, además del propio reconocimiento de los hechos que hizo en su declaración, y riesgo de fuga, por lo elevado de las penas que, en caso de condena, podrían imponerse al investigado". 

"Qué asco" y un muletazo contra la prensa

"Qué asco". La expresión le salió de las entrañas a una mujer que presenció la salida del juzgado de Javier R. E, el descuartizador de Langreo. Eran las 14.09 horas de este martes y el acusado iba camino de la prisión de Asturias. Había reconocido ante el juez que había matado y descuartizado a Santos Conrado, el hombre con el que vivía.

Alrededor de las nueve y media de la mañana llegaba a la calle Dorado de Sama, donde se encuentran los juzgados de instrucción números 1 y 2 de Langreo, un furgón de la UIP, la Unidad de Intervención de la Policía Nacional. Era más que nada por prevención, por si hubiese demasiados curiosos esperando la llegada del acusado. Los termómetros marcaban 3 grados de temperatura y no estaba la mañana para largas esperas.

A las 9.50 horas llegaban dos coches de Policía. En uno de ellos, en el asiento trasero viajaba el acusado. Los agentes colocaron el vehículo lo más cerca posible del acceso a las dependencias judiciales. Uno de ellos abrió la puerta trasera izquierda, la de detrás del conductor y lo primero que se vieron fueron las muletas y las piernas de Javier R. E. "¿Te ayudo?", le preguntó un agente. El acusado contestó que no y salió del coche.

El descuartizador confeso de La Felguera no quiere que nadie le identifique. Al igual que hizo el domingo, durante la reconstrucción de hechos en la vivienda que se cometió el crimen, Javier R. E. se cubría el rostro con una mascarilla. Además, los cuellos de la camisa levantados, una gorra y la capucha del anorak cubriendo la cabeza, impedían ver ni un centímetro de piel de su cara.

Pese a que necesita muletas, el acusado no utilizó la rampa de acceso al edificio sino que subió por la escalera. Sorteó los tres escalones sin mayor dificultad entre una nube de cámaras. Al hombre no le sentó demasiado bien que se le preguntase qué tal estaba y si se arrepentía de algo. Apartó de un golpe el micrófono que esperaba su respuesta. La muleta derecha le sirvió de "arma" defensiva contra la prensa y contra la mano de la periodista que sujetaba el micro. El golpe no fue fuerte pero dejó claro que el acusado maneja bien las muletas y que tal vez no está tan impedido como parece.

Javier R. E. estuvo en los calabozos del juzgado hasta que cerca de la una de la tarde se sentó ante el juez. El magistrado estaba en un juicio y el acusado tuvo que esperar.

La jornada iba avanzando y la calle Dorado, principal vía peatonal de Sama, se fue llenando de curiosos. Hubo momentos en que varias decenas de personas observaban cualquier movimiento de la prensa que indicase que iba a salir el acusado. 

Javier R. E. estuvo en el interior del juzgado algo más de cuatro horas pero la declaración no fue demasiado larga. Lo necesario para reconocer que había matado y descuartizado a Santos Conrado. A las 14.09 horas abandonaba el juzgado, ya sin mascarilla y sin los cuellos de la camisa subidos. Los curiosos se habían ido a comer. Se escuchó un solitario "Qué asco".

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