De Llucmajor a Pakistán, Joan Rosselló, un bombero mallorquín, inicia hoy un viaje al epicentro de la catástrofe asiática. Forma parte de ese movimiento silencioso y solidario que, tras cada tragedia, ofrece sus manos y su experiencia allí donde sea necesario. Junto a él, otros ocho españoles, todos ellos miembros de Bomberos Sin Fronteras, pasarán nueve días en la región de Cachemira luchando contra los efectos del terremoto.

"Nuestra misión principal es encontrar supervivientes. Regresaremos dentro de nueve días porque ese es el tiempo límite para que una persona resista bajo los escombros, y para sacar muertos vale cualquiera", explicaba ayer Rosselló, quien ejerce de responsable a nivel estatal de la sección de intervención en catástrofes de Bomberos Sin Fronteras. Su labor cuenta con la ayuda de tres perros entrenados para detectar cualquier rastro de vida entre las ruinas de los edificios. "Es fundamental estrechar el círculo, afinar el lugar donde puede haber alguien atrapado. De otra forma sería imposible", comenta el bombero mallorquín.

En los países pobres, los efectos de cualquier catástrofe natural se ven agravados por la falta de medios para combatirlas. "Estas tragedias no pueden evitarse, pero sí se pueden minimizar las consecuencias. Pero eso va ligado al dinero", comenta Rosselló con cierta resignación. "Estos hechos suelen ocurrir siempre en zonas conflictivas, aunque nosotros vamos acompañados por militares y siempre nos respetan", aclara.

Tras más de doce horas de vuelo, la expedición española, compuesta por dos valencianos, seis malagueños, un tinerfeño y un mallorquín, aterrizará en Dubai, capital de los Emiratos Árabes Unidos, para desplazarse después a Islamabad. "Allí está el punto de encuentro, donde se reparten las ayudas. Todavía no sabemos qué zona nos tocará cubrir", explica Rosselló. En Cachemira, la región más afectada por el seísmo del pasado sábado, trabajan desde ayer más de 25 bomberos españoles que se han unido a cientos de voluntarios de todo el mundo. Ellos son los encargados de la primera de las diferentes fases que se realizan ante un desastre de esta magnitud: el rescate de los supervivientes. Esta actuación se prolonga durante un plazo máximo de diez días, y a partir de entonces se atienden las necesidades más urgentes de la población, como pueden ser la instalación de plantas potabilizadoras, la atención médica o la distribución de alimentos.

Quince años de solidaridad

Joan Rosselló se ha enfrentado en diversas ocasiones a situaciones como la que desde hoy mismo va a vivir en Pakistán. A lo largo de 15 años, el tiempo que lleva como miembro de Bomberos Sin Fronteras, ha ofrecido su ayuda en lugares como Marruecos, Nicaragua, Argelia o Turquía. Pero la experiencia más impactante fue su participación en trabajos humanitarios en Ruanda, con motivo de la guerra que enfrentó a hutus contra tutsis. "Los conflictos armados son imprevisibles, bárbaros". También recuerda emocionado el momento en que un médico tuvo que amputarle una mano a uno de los supervivientes de un terremoto en Turquía. "Era la mano o la vida", explica.

Bomberos Sin Fronteras nació en 1993 y su primer proyecto fue acondicionar un viejo camión para que, tras recorrer el desierto, llevara alimentos y medicinas a Burkina Faso. Durante este tiempo, han puesto énfasis en la formación de personas de los lugares afectados para que puedan hacer frente a las tragedias que les toca vivir. "Les llevamos material que aquí, por normativa, no podemos seguir utilizando, como botas o trajes. Lo reciben como un regalo del cielo y lo reciclan", comenta Rosselló.

El engranaje solidario se pone en marcha tan pronto como se tiene noticia de un desastre en cualquier lugar del planeta. En cada ocasión, se llama a un grupo de miembros de la ONG para que acudan. "Intentamos adaptarnos a las circunstancias de cada uno, y si alguien no puede ir se contacta con otro", explica el bombero mallorquín. "¿La familia? Después de tanto tiempo, está acostumbrada. Cuando se enteran de que ha pasado algo, ya piensan que voy a ir".