Un chapista de Pollença, acusado de la muerte de un alemán en verano de 2002, confesó ayer la autoría de los hechos y aceptó una pena de once años de prisión por el homicidio y un delito de tenencia ilícita de armas. La vista oral se celebró en la sala del Jurado y en el banquillo de los acusados se sentaron otros dos hombres de nacionalidad alemana y que proporcionaron el arma homicida al propietario del taller de coches.

Todo estaba preparado para que un tribunal popular enjuiciara los hechos. La vista debía empezar sobre las diez de la mañana pero los abogados defensores, el letrado de la familia de la víctima y el fiscal llegaron a un acuerdo.

En un primer momento, las acusaciones solicitaban 18 años y medio de cárcel para el chapista y para uno de los alemanes por un delito de asesinato y por tenencia ilícita de armas. El fiscal consideraba que el alemán facilitó el arma, un revólver del calibre 38, al dueño del taller sabiendo su pretensión de matar a la víctima. Por eso solicitó la misma pena. Al parecer, este hombre compró el arma de fuego al otro alemán, acusado únicamente del segundo delito.

Durante la constitución del jurado, los letrados llegaron a un acuerdo. El fiscal rebajó las penas y pidió para el chapista diez años por homicidio y uno por el uso de armas. Para los alemanes, solicitó penas de dos y un año de cárcel por tenencia ilícita de armas.

La acusación particular se mostró conforme con la decisión del ministerio fiscal y los abogados comunicaron las nuevas penas a sus clientes.

Una vez el jurado estaba formado, los acusados confesaron su participación de los hechos. El propietario del taller de Pollença, sito en la calle Cecilio Metelo número 9, declaró que el 21 de junio de 2002 la víctima se personó en su taller y le pidió las llaves de un coche que le había arreglado. El acusado no quiso entregársela hasta que le pagara otras facturas pendientes.

Al parecer, discutieron acaloradamente y el chapista sacó el revólver, forcejaron y admitió al tribunal que disparó al cliente, porque temía por su vida.

Uno de los alemanes confesó que fue él quien entregó el arma al chapista y que la había conseguido a través de un conocido, el tercer acusado, que se mostró de acuerdo con esta versión de los hechos.

El jurado deliberó durante unos minutos y declaró a los acusados culpables de los delitos que se les imputaba.