“No somos maestros, pero somos padres: nos guió el amor”

La pareja que durante un año educó a su hijo en casa convirtió su hogar en un universo de aprendizaje donde los proyectos, la creatividad o la filosofía convivieron con los libros de texto

Así estudiaba el menor cuyos padres fueron absueltos por no llevarlo al colegio.

Así estudiaba el menor cuyos padres fueron absueltos por no llevarlo al colegio. / MARTA G. BREA

Marta Fontán

Entrar en el hogar de Sara, Carlos y su hijo Antón –la historia es real pero los nombres son ficticios para proteger la identidad del menor– es sumergirse en un ejemplar universo de aprendizaje. El que estos padres vigueses crearon para el niño cuando tomaron la difícil pero a la vez reflexionada y enérgica decisión de educarlo durante todo un curso escolar en casa. El comedor se convirtió en el aula, pero esa escuela alternativa a la reglamentaria que concibieron para el pequeño lo empezó a impregnar todo, llegó incluso hasta la cocina, presidida por una galería de arte con dibujos y acuarelas del niño o un gran mural con referencias al amor, la paz o la familia. Las rutinas y los libros de texto oficiales de materias como competencia lingüística, matemáticas, ciencia o tecnología convivieron durante esos nueve meses con los proyectos que la madre, que llevó el peso de la enseñanza, ideó para su hijo: lo sumergió en la vida y obra de Rosalía de Castro, en el origen del Universo, en el origen de la vida aprovechando la curiosidad de Antón por los dinosaurios o en la lucha por la igualdad de las mujeres. La lectura, la oratoria, la música o la filosofía también estuvieron muy presentes.

La felicidad vuelve a inundar todos los rincones de este hogar. Esta pareja fue la que el pasado 1 de febrero afrontó el duro trago de sentarse en el banquillo del Juzgado Penal 1 de Vigo acusada por la Fiscalía de delito de abandono de familia por no llevar al niño al colegio durante ese curso escolar, el de 2021/2022, el de tercero de educación primaria, cuando tenía 8 años. Afrontaban cinco meses de prisión y seis años de retirada de la patria potestad, pero la jueza los acaba de absolver: considera que hubo una “desescolarización responsable”.

Aliviados tras el sufrimiento

El fiscal aún podría recurrir en apelación, pero estos padres se confiesan “aliviados” tras haber vivido un “sufrimiento infinito”. Y sus abogados Felipe Prado y Emilio Pousa califican de “ejemplar” una sentencia que sin huir de la evidencia de que la escolarización es obligatoria hasta los 16 años, no ve reproche penal en este caso. “El derecho penal debe de huir de automatismos en su aplicación. El delito de abandono del artículo 226 del Código Penal es una norma penal en blanco que debe completarse con la normativa sobre deberes paternofiliales. El legislador no ha querido penar expresamente la ausencia de escolarización de los menores, lo que castiga es el incumplimiento de los deberes de prestar asistencia inherentes a la patria potestad, entre los que se incluye dotarlos de educación y formación. Sobre ello debe versar el debate. Y estos padres cumplieron con creces sus deberes. La formación recibida por su hijo ese curso fue mucho más completa que la estrictamente reglada. Y la evolución del niño en los cursos siguientes así lo ha avalado”, concreta Felipe Prado.

Uno de los proyectos que realizaron el año en el que el niño fue educado en casa: “Big Bang theory!”, sobre el origen del Universo.

Uno de los proyectos que realizaron el año en el que el niño fue educado en casa: “Big Bang theory!”, sobre el origen del Universo. / MARTA G. BREA

Estos padres cuentan a Faro de Vigo, del Grupo Prensa Ibérica, por qué decidieron educar temporalmente a su hijo en casa. Tras hacer Educación Infantil en una pequeña escuela, el cambio al CEIP en Primaria hizo mella en Antón: “De la curiosidad voraz por aprender pasó a la apatía, a contar con angustia las horas que le faltaban para volver al colegio. Al principio lo achacamos al cambio de pasar del cole pequeño al grande, a tener que ir en bus escolar, al comedor..., pero con la irrupción del COVID vimos que el confinamiento era un bálsamo para nuestro hijo y fue cuando exteriorizó la animadversión que había desarrollado hacia el colegio. Y, tras pensarlo mucho, decidimos que el hogar debía de ser, de forma temporal y puntual, su lugar de aprendizaje para que recobrase la pasión por aprender. El tiempo nos dio la razón, porque con ese año de enseñanza en casa, el del curso 2021/2022, hemos logrado que vuelva al colegio feliz y ya sin esa connotación negativa”.

Sara, la madre, hizo el papel de maestra. “Más que de maestra, hice de guía”, puntualiza ella. Y añade: “Para mí ese año no fue un sacrificio”. Su pasión por la educación se lo puso fácil. Su hijo, que no dejó de acudir a actividades extraescolares ni de ir al parque con otros niños, tenía rutinas y seguía las lecciones de los libros de texto oficiales. Pero fueron más allá: amenizaban los desayunos con lecturas y debates, hicieron elaborados proyectos y experimentos y buscaron el lado más empírico de la enseñanza. “Lo inicié en la filosofía para que aprenda a pensar por sí mismo, llevamos las matemáticas a la cocina, estudiamos el ciclo del agua en ríos y en el mar y para estudiar las plantas también salimos al exterior”, cuenta. Lo hizo bien: cuando en septiembre de 2022 empezó en un nuevo CEIP avanzando a cuarto de Educación Primaria, su tutora plasmó en un informe que tenía el nivel académico adecuado. Y desde entonces sus notas han sido brillantes.

Uno de los proyectos que realizaron el año en el que el niño fue educado en casa: “Evoluciona ou extingue”, sobre el origen de la vida.

Uno de los proyectos que realizaron el año en el que el niño fue educado en casa: “Evoluciona ou extingue”, sobre el origen de la vida. / MARTA G. BREA

Perplejidad y desazón

Mientras estuvieron inmersos en el proceso judicial afrontaron un “dolor y miedo inmensos”. Hoy, aliviados, les queda sin embargo un sentimiento de “perplejidad y desazón” como padres. “¿A quién le importó nuestro pequeño mientras estuvimos denunciados por abandono de familia? ¿Cómo es posible que la inspección educativa lo extirpase de un proyecto educativo –el denominado AVA en el que había estado anteriormente– y se desentendiese de él? ¿Quién se dignó en conocerlo y ver si la desidia que nos imputaban era o no real? ¿Quién abandonó a quién?”, se preguntan. Pese al duro trance pasado, volverían a hacer lo que hicieran un millón de veces: “Lo hicimos por amor a nuestro hijo”. Un menor que hoy, con 10 años, destaca académicamente y disfruta de sus pasiones: desde el bodyboard hasta el scooter freestyle, pasando por la cultura oriental, el manga o el saxofón. “Y le encanta jugar en el parque y correr con sus amigos”, concluyen. Como a cualquier niño de su edad.

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