SEMANA DEL 25N | DÍA DE LA ELIMINACIÓN DE LA VIOLENCIA CONTRA LA MUJER

En la capa más profunda del iceberg

Detectar los micromachismos y erradicarlos forma parte también de la prevención contra la violencia de género

En la capa más profunda del iceberg.

En la capa más profunda del iceberg.

Montse González

Rosa si es niña, azul para el niño; la cuenta del restaurante, para el hombre; la mujer, la que más renuncia al trabajo para cuidar de los hijos; las muñecas y las cocinitas, cosa de niña; los coches, para los niños; a una mujer de cierta edad y sin hijos, se le pasa el arroz... Son algunos de los innumerables ejemplos de los micromachismos que imperan en nuestro día a día, enquistados en la cara más profunda del iceberg de la violencia de género.

Dicho iceberg “es una metáfora que nos ayuda a comprender que la violencia física y sexual que se observa públicamente es solo una pequeña parte de un problema mucho más amplio como es el machismo”, afirma la psicóloga Paula Rodríguez. “La punta del iceberg representa los actos más evidentes de violencia –insultos, los golpes, palizas, asesinatos...–. Esta es solo la punta, pero ejemplifica un elevado número de casos de violencia de género. Sin embargo, debajo de la superficie hay capas más profundas, más extensas pero menos visibles de violencia”, advierte: “Estas capas incluyen otras formas de violencia y representan una mayor proporción del iceberg, son las capas que perpetúan el problema, porque, según bajamos a las profundidades, menos consciencia social hay de que esto también sea violencia”.

La docente Alba Alonso, en uno de los talleres de su proyecto Realkiddys (con los que promueve la igualdad de derechos y oportunidades partiendo de una infancia única y auténtica), sostiene que “el machismo nunca será micro; en realidad son macromachismos”.

“Están tan naturalizados y legitimados que pasan inadvertidos”

Alba Alonso

— Docente

“Lo que hacemos primero es preguntar quién de la clase se considera feminista. Muy pocos levantan la mano”, destaca. “Cuando les pregunto quién se considera machista ahí sí tienen claro que es algo malo, nadie levanta la mano”. Tras una búsqueda en el diccionario para saber qué significan ambos términos, vuelve a preguntar: “Aun así, les cuesta autentificarse como feministas”. Y de ahí parte el taller, “para que entiendan bien que el feminismo es algo positivo”. Después empiezan a trabajar los micromachismos, “unas violencias muy sutiles, invisibilizadas”, y emplean también el iceberg de la violencia machista para que lo puedan identificar de manera más gráfica. “Lo que está debajo de ese iceberg no lo reconocemos, los micromachismos están tan naturalizados, legitimizados incluso, que pasan inadvertidos, pero tienen consecuencias muy grandes en la mujer”, expone.

“Los micromachismos son pequeñas expresiones de desigualdad de género que se encuentran en la parte más sumergida del iceberg, la más profunda e invisible. Estos comentarios y comportamientos sutiles y cotidianos refuerzan estereotipos y roles tradicionales, perpetuando así tanto los estereotipos de género como la discriminación y la opresión hacia los hombres y mujeres que no se ajustan a ellos”, expone Paula Rodríguez, que puntualiza que “aunque son más mujeres las que sufren en su piel el machismo, los hombres también son víctimas de ello, por ejemplo, cuando no se les permite llorar, cuando se les exige ser fuertes y viriles o cuando se les insulta por pedir ayuda ante un problema”.

La psicóloga apunta que entre los micromachismos más comunes y tan sutiles que se normalizan se encuentran, por ejemplo, “el mansplaining, cuando un hombre explica algo a una mujer de manera condescendiente, asumiendo que ella necesita una aclaración debido a su supuesta falta de conocimiento en el tema, incluso si ella es experta y no ha solicitado ninguna explicación”; también habla del manspreading, “práctica en la que muchos hombres ocupan más espacio del necesario, invadiendo el espacio que corresponde a las mujeres que están a su lado (en el metro, en el autobús, en un comedor...)”.

“Manterruption se refiere a la interrupción innecesaria de un hombre a una mujer mientras ella está hablando, con el propósito de acaparar el espacio y la conversación”, prosigue. “Esta conducta se manifiesta especialmente cuando ocurre en público y hay otras personas presentes”. También destaca el slut-shaming: “No es algo nuevo. Es una forma de acoso que busca avergonzar y humillar a alguien por su forma de vestir, comportarse o vivir su sexualidad. En español, se traduce como ‘etiquetar o acusar de promiscua’”.

Prosigue con el sexspreading, también conocido como “pornovenganza”, que “se refiere a la difusión no consensuada de contenido íntimo o sexual de una persona”: “Este tipo de acoso se considera una violación directa de la privacidad y la intimidad. Recordemos a la trabajadora de Iveco, cuyo exnovio difundió un vídeo erótico que ella había grabado exclusivamente para él y que acabó con su suicidio”. En el listado de micromachismos, la experta incluye el victim blaming, que “consiste en culpar o cuestionar a la víctima, por ejemplo, en casos de agresión sexual”.

Situaciones reales

Durante sus talleres, Alba Alonso propone un concurso a los alumnos que consiste en encontrar los micromachismos en una serie de situaciones reales. “Cuando lo ven con ejemplos se van dando cuenta, pero al principio les cuesta un montón identificarlos”. “Hablas de una eminencia médica y te viene a la cabeza un hombre; hablas de un bombero, y también; dos astronautas mujeres van a la Luna y el titular es que van “solas” a la Luna, porque no las acompaña un hombre”, expone. “Por eso el lenguaje inclusivo es también muy importante, porque todos estos micromachismos hacen que, al final, se tomen decisiones o se hagan cosas que no son justas para mujer, seguimos en desigualdad”.

Para Alba Alonso los objetivos de los micromachismos son claros: “Garantizar el control sobre la mujer y seguir perpetuando esa desigualdad de derechos y oportunidades”. Así que también les explica sus consecuencias a sus alumnos: “Provocan una carga mental en las mujeres, porque somos mejores cuidadoras, más sensibles, se nos dan mejor las tareas domésticas... Y asumimos todo eso sin darnos cuenta y, al final, eso genera un sobreesfuerzo de querer llegar a todo, un sentimiento de impotencia, porque llegar a todo es imposible; falta de autoestima...”.

“El micromachismo se frena con educación, conciencia y acción”

Paula Rodríguez

— Psicóloga

Y ¿qué hacer entonces para frenarlo? “El micromachismo se frena con educación, conciencia y acción”, afirma Paula Rodríguez: “Educación para saber reconocerlos; conciencia para entender que el mundo emocional de las personas es muy diferente al nuestro y que muchas personas se pueden sentir ofendidas y tienen derecho a hacerlo cuando sufren estos ataques día a día; y acción para cortar y amonestar a cualquier persona que exhiba estos comportamientos delante de nosotros. Porque esto también es maltrato, y ante el maltrato siempre tiene que haber tolerancia cero”.

Alba Alonso hace una diferencia aquí entre mujeres y hombres: “En primer lugar, las mujeres debemos reconocerlos, porque de lo contrario no sabes lo que te está pasando; denunciarlos, decir en ese momento lo que no es correcto; y tomar acción”. En el caso de los hombres, “también tienen que aprender a reconocerlos, hacer autocrítica y, lo más difícil, soltar los privilegios que tienen”, explica. Lo que se consigue es “ser una persona más justa, más igualitaria, un mejor hombre en la vida y una mejor sociedad”.

Suscríbete para seguir leyendo