Entrevista

Austin Roca, victima de 'bullying': "No podemos permitir que un niño se quite la vida porque en el cole lo llamen gordo"

"Pensaba que había superado el acoso, pero lo que me ocurrió molesta siempre; todavía sigo sin entender por qué me lo hicieron"

Austin Roca con su libro.

Austin Roca con su libro. / LNE

Elena M. Chorén

Austin Roca (Oviedo, 1981) sufrió bullying en el colegio de monjas en el que estudió y también en el instituto. Han pasado más de treinta años de su calvario y, aunque ahora vive en Madrid y ha formado una familia, necesitó escribir un libro para superar aquellos episodios. "Las vías" es una historia de acoso escolar que escribe bajo seudónimo, pero con la que quiere gritar bien alto qué le ocurrió para evitar que le pase a otros niños.

"Las vías" narra la historia de un niño que sufre acoso escolar, ¿qué tiene de realidad?

Todo. Es real 100%. Los episodios de acoso, los problemas con mi padre, que era un hombre muy recto, la enfermedad de mi madre. Todo es real. Quiero que esta historia pueda concienciar a otros padres y que puedan detectar casos similares en sus niños.

Un libro escrito con seudónimo, ¿por qué?

En el puesto de trabajo en el que estoy no me permite hacer ninguna publicación. La única manera de poder contar mi historia era así. No me quiero esconder; es más, me encantaría poder ir a colegios y dar charlas a los niños.

Menciona el "pasotismo de algunos profesores" en su colegio, ¿qué pasaba?

Era un colegio religioso que sigue existiendo. En aquella época, las monjas no tenían mucho cariño hacia los niños. No veía que se involucrasen en mi educación. A mí me costaba mucho aprender y no era más que un número. Eran muy severas y, en mi caso, pasaron totalmente de mí. Sabían perfectamente qué es lo que estaba pasando. Me veían jugar solo en el patio o pasar las horas en un rincón y nadie se acercó nunca a preguntarme. La empatía con el niño era cero.

¿En qué medida tuvo que ver el carácter distante de su padre y la depresión de tu madre con el acoso escolar?

No les echo la culpa a mis padres por eso. Ellos no lo sabían porque yo no sabía expresar qué me pasaba. Lo sufría y me lo tragaba. La única forma que se podían enterar era por los estudios; porque no quería estudiar ni ir al colegio. El tema de la enfermedad de mi madre fue muy duro porque mi padre se centró completamente en ella. La enfermedad me pilló muy pequeño y mi madre se convirtió en un mueble. Necesitaba a mi madre, pero también a mi padre. Él sólo se centraba en controlar si estudiaba, no le importó mi autoestima o bienestar emocional. Pero con el tema del acoso, no actuaron por desconocimiento.

Hay quien piensa que hoy a cualquier cosa se llama bullying, ¿qué opina?

Con el acoso escolar, hay que pecar de exceso de recelo. Hay muchos casos de niños que en el colegio se ríen de ellos porque llevan gafas, están gordos, cecean o corren raro... ¡Eso es acoso! Para un niño pequeño que se está formando cualquier tontería es un mundo. Aunque creamos que es una minucia, hay que estar encima. Porque los casos, a veces, terminan en suicidio. No podemos permitir que un niño se quite la vida porque en el colegio lo llamen gordo.

Es padre, ¿cómo aborda el asunto del acoso?

Creí que iba a estar más encima de mis hijos y me cuesta horrores porque vengo de una educación en la que mi padre pasaba de todo. He adquirido muchos vicios. Cuando fui padre, me di cuenta que estaba cometiendo los mismos errores que mi progenitor. Gracias a Dios tengo una mujer que es totalmente diferente a mí; es muy cariñosa con los niños y me ayuda a acercarme más a ellos.

¿Y cómo se vigila que un niño no se convierta en verdugo?

Es muy complicado. Yo no lo soportaría. Ni siquiera sé si lo estoy haciendo bien, pero creo que lo más importante es el amor. Transmitirles cariño y trabajar la empatía. Como tengo tres niños, se pelean mucho entre ellos y trabajamos mucho en casa para que se pidan perdón y se respeten y eso lo trasladan cuando van al colegio.

¿Qué le ha llevado a contar su experiencia en un libro?

No poder superarlo. Pensaba que sí, que había conseguido esconderlo en la habitación más pequeñita de mi cabeza con la puerta cerrada. Pensaba que no molestaba, pero molesta siempre. Todavía sigo sin entender por qué me lo hicieron. Escribí el libro para sacarlo e intentar ayudar a otros padres a que puedan detectarlo.

¿Y qué respuesta tiene?

Por ejemplo, una chica me escribió por Instagram porque le está pasando lo mismo a su hijo de 14 años. A esa edad fue justo cuando me ocurrieron los casos más graves de abuso y pasó el suceso de las vías, el que da nombre a la novela. Me comentó que temía que la situación pudiese llevar a su hijo al suicidio. Le expliqué mi caso, le escribí una carta al niño y, aunque no soy psicólogo ni pretendo serlo, ayudaré en todo lo que pueda.

En su caso, ¿se fue de Asturias para superarlo?

Sí, pero tampoco fue la solución. Me fui de Oviedo con 19 años y, al principio, fue un desmadre. Poner tierra de por medio fue una solución momentánea, aunque finalmente he formado una familia en Madrid. Escribir el libro me ha ayudado mucho más.

¿Cómo se siente ahora?

Vacío. Cuando escribí la última palabra no sabía qué hacer con aquello. Empecé a hacerlo porque un día en el trabajo recordé un episodio de mi infancia y decidí escribirlo. Luego, fui componiendo los capítulos. Cuando terminé, sentí como si hubiese estado con un psicólogo durante horas.

Es su primera novela, ¿hay ideas para una segunda?

Sí, estoy escribiendo una novela infantil que le quiero regalar a mis hijos. Ellos tres son los protagonistas y trata el tema de la empatía, el amor en la familia y el compañerismo. También tengo otra historia pendiente que transcurre en un pueblo pequeñito en Asturias después de la Guerra Civil.

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