Terremoto en Marruecos

Un marroquí afincado en Castellón pierde a 14 familiares en el terremoto

Jamal Resmi, establecido en la localidad de Almassora desde hace casi 40 años, viajó a su país para cuidar a su suegra y allí le sorprendió el seísmo que ha matado a más de 2.600 personas

Jamal Resmi ha perdido a 14 familiares en el terremoto de Marruecos. Él, que está en Marrakech, ofrece su riad como alojamiento para personas que lo han perdido todo y les proporciona la comida que puede.

Jamal Resmi ha perdido a 14 familiares en el terremoto de Marruecos. Él, que está en Marrakech, ofrece su riad como alojamiento para personas que lo han perdido todo y les proporciona la comida que puede. / MEDITERRÁNEO

Núria B. Bigné

Jamal Resmi, vecino de la localidad castellonense de Almassora desde hace 36 años, vive en estos momentos rodeado de dolor y miedo en su país, Marruecos. Hace escasos cinco días viajó desde la provincia a la capital marroquí, Rabat, para cuidar de su suegra, que se encontraba muy enferma. Jamás hubiera podido imaginar, a sus 59 años, la envergadura de la tragedia que estaba a punto de vivir en primera persona. 

El terremoto que ha asolado el país y ha acabado con la vida de más de 2.600 personas y ha dejado más de 2.500 heridos también le ha arrebatado a Jamal a nada menos que 14 personas de su propia familia. En estos momentos, la incertidumbre, la tristeza y la impotencia se apoderan de él y de sus allegados

"La gente ha quedado sepultada"

"La zona rural donde mi familia vivía es muy pobre y tiene construcciones muy viejas. Se ha venido abajo, literalmente. Todo ha desaparecido, la gente ha quedado sepultada, nuestros tíos, primos y abuelos; y a las aldeas no llega casi ayuda", cuenta en conversaciones con este diario Jamal, quien reconoce que llevaba muchos años sin llorar y ahora no puede contener la emoción.

Este vecino de Almassora pasó por la clínica de Rabat donde estaba ingresada su suegra antes de que se desencadenara el terremoto y, más tarde, se dirigió hacia Marrakech, donde tiene un riad --nombre que reciben las casas tradicionales con un patio interior, explotadas turísticamente--. 

Cuando se encontraba supervisando su alojamiento, sobre las once y media de la noche, comenzaron los temblores. "Se empezó a mover todo, abrí la puerta y todo estaba en movimiento. Me puse a rezar porque no sabía que hacer. Pensaba que sería el final", recuerda Jamal, que vio cómo su barrio, muy cerca del Palacio El Badi, se quedaba totalmente a oscuras, mientras los vecinos lloraban y corrían por las calles.

Las plazas como refugio

Desde que el terremoto de 6,9 grados en la escala richter sacudiera Marruecos, el miedo se ha apoderado de sus ciudadanos. "La conocida plaza Jemaa El Fna de Marrakech está llena de personas que, o bien no tienen donde ir, o bien temen que una réplica les pille en sus casas y los sepulte. Prefieren estar al aire libre y duermen sobre alfombras, como pueden", explica el vecino de Almassora, quien percibe "mucho peligro" cada día.

Como dueño de un riad que ha resistido al terremoto, Jamal ofrece la comida que puede y descanso a quienes lo han perdido todo. "Todos tenemos miedo. Hay muertos cada día y casas y restaurantes que se caen. Los edificios tienen grietas y las calles están llenas de escombros. Hay coches enterrados bajo las piedras", relata en conversaciones con este diario mientras recorre las calles de una Medina que ha quedado muy dañada por el seísmo.

Khalid Lamrini, transportista y vecino de Almassora: "Todos sufrimos al ver esta desgracia en nuestro país"

Khalid está casado y tiene tres hijos. A sus 57 años, vive en Almassora desde hace tres décadas y trabaja como transportista. Estos días, al igual que sus compatriotas, no se despega de las noticias, intentando estar informado de lo que ocurre en su tierra. "Todos sufrimos al ver una desgracia así en nuestro país. Se siente mucha tristeza e impotencia", admite. "Los amigos que conservo en Marruecos por suerte están bien, están en Marrakech. La misma noche en que tuvo lugar el terremoto los llamamamos en seguida por teléfono", cuenta Khalid, quien reconoce que la peor parte se la han llevado las aldeas rurales -la provincia de Al Haouz ha registrado más de 1.500 muertos-. "Allí las infraestructuras son deficientes y hay pequeños pueblos a donde no ha llegado nadie. El panorama es muy triste", señala.  

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