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Aniversario

Medio siglo a pleno pulmón: el Instituto Nacional de Silicosis cumple 50 años

"Pese a que comenzó en un contexto de actividad minera, sigue siendo referencia a nivel mundial en materia de prevención e investigación", destaca el Consejero de Salud

Especialistas tratando a un enfermo de silicosis en los inicios del centro.

El Instituto Nacional de Silicosis se inauguró en 1970 para curar los males de la minería del carbón. Inicialmente, el centro solo estaba involucrado en el tratamiento de las enfermedades específicas del trabajo minero, pero con el paso de tiempo fue evolucionando hacia el estudio de dolencias relacionadas con profesiones afines, como las que sufrían los empleados de canteras de roca ornamental (pizarra y granito) o la minería metálica. Aunque las bodas de oro del instituto tenían como fecha el 2020, la pandemia provocó que los actos conmemorativos por el 50 aniversario se retrasasen dos años. "Se realizarán varias jornadas para rendir homenaje a todos los profesionales que hicieron del INS el centro de referencia para el estudio y prevención de las enfermedades respiratorias de origen laboral", anota Jesús Ramón García, actual director del Instituto Nacional de Silicosis.

Inauguración del servicio de Urgencias, en 1982.

Desde el punto de vista médico, el INS abrió las puertas a un mundo que no se conocía, porque en esa época no se realizaban los estudios médicos correspondientes para la detección de reservorios de silicosis. "Como no era un problema conocido, no se combatía", cuenta Enrique Fernández Bustillo, ingeniero de minas vinculado al INS desde 1977 hasta 2010. El impacto fue enorme en Asturias, donde el sector minero daba trabajo a más de 23.000 empleados. "Su creación, que me atrevería de calificar de audaz, mejoró la calidad de vida de los trabajadores del carbón y de otras minerías. Era y sigue siendo un modelo referente en la atención y prevención de patologías respiratorias ocupacionales y contaminantes del medio ambiente", señala Concepción Saavedra, Directora Gerente del Sespa.

Preparación de una estación de medición de partículas de polvo ambiental.

El primer director, el doctor José García-Cosío González, "era poseedor de un amplio conocimiento sobre la enfermedad pulmonar neumoconiosis", señala Jesús Ramón García. El nombre genérico es neumoconiosis, que es la enfermedad pulmonar que resulta de la inhalación del polvo del carbón mineral, grafito o carbón artificial. La silicosis es la exposición específicamente al polvo de sílice. García-Cosío trajo una concepción nueva y moderna. "No solo fundó un hospital, sino que aunó salud con prevención", cuenta Jesús Ramón. Uno de los pilares del INS es insistir en la función preventiva porque "en este tipo de enfermedades, una de las maneras de evitar contraer la enfermedad son las mejoras en los puestos de trabajo para evitar que haya exposición", añade.

Edificio del Instituto Nacional de Silicosis.

Luis Palenciano, médico del INS desde el 1970 hasta el 2006 y director del instituto entre los años 1983-85 y 1988-1996, explica que "el carbón desprende ese polvo que entra en los alvéolos de los pulmones. Aunque la cantidad de polvo que entra es escasa, como lo inhalan durante un tiempo prolongado, se desarrolla en el pulmón unas lesiones muy serias: la silicosis", explica. La silicosis es una enfermedad que, si no se vigila, se va extendiendo por el pulmón y crea una insuficiencia respiratoria. "Hay más probabilidades de desarrollar silicosis de mayor gravedad y en menor tiempo donde no se controla la cantidad de polvo producida", apunta Palenciano. La enfermedad varía de una persona a otra, pero la exposición es peligrosa para todo el mundo. "Hay gente que inhalando una cantidad de polvo similar no desarrolla silicosis o desarrolla una de diferente gravedad", concluye.

Una doctora especialista en Neumología revisa pruebas radiológicas.

La silicosis no tiene cura, pero controlando a los trabajadores con análisis, estudios periódicos… y utilizando medidas preventivas puede no progresar o hacerlo más lentamente, alargando la vida del paciente. "Tratamiento como tal no hay, las partículas que producen la silicosis son pequeñísimas, del orden de dos micras de tamaño. No hay manera de sacar ese polvo una vez entra de los pulmones. Las alteraciones pulmonares producidas no tienen remedio. Lo que hay que hacer son exámenes médicos continuos y, tan pronto como se vea que está empezando a desarrollarse, incapacitar al trabajador para que no continúe inhalando más polvo", cuenta el médico. En función del grado de desarrollo de la enfermedad, se desplazaba al trabajador a un puesto donde no continuase inhalando polvo o se le retiraba.

Dos enfermeras, en uno de los laboratorios en los años setenta.

"El problema radica en que el polvo, una vez que está en la atmósfera, casi nunca se puede eliminar. Lo mejor es que no se produzca ese polvo en suspensión", subraya Enrique Fernández Bustillo, ingeniero de minas.

El INS estudió las formas de acción de la inyección de agua para que fuesen más duraderas mediante la introducción de aditivos o la creación de métodos de pulverización en el arranque mecanizado. Por ejemplo, en las canteras de pizarra se implementaron fundamentalmente aquellas relacionadas con la aspiración del polvo y su posterior deposición. En el sector minero, una de las medidas de prevención era la inyección de agua en las capas de carbón. "Las capas de carbón se perforaban y con presión se metía el agua por las fisuras que se creaban, impregnando el carbón de agua. Si se utilizaba un humectante, la humedad era capaz de permanecer durante un mayor periodo de tiempo, aguantando hasta que se explotara esa capa de carbón y evitando que el polvo quedase en libertad", explica Enrique Fernández. "Todas las medidas implementadas son altamente eficaces, pero no al cien por cien. Por eso, cuando las medidas de prevención fallan o son parcialmente eficaces, es necesario el uso de medidas de protección individual, por ejemplo, las mascarillas", añade.

Desde sus inicios, el INS ha tenido dos columnas vertebrales: investigación y docencia. Se construyó como un hospital: tenía habitaciones para posibles ingresos, servicio de neumología, cardiología, radiología... Y en 1971, se constituyó un departamento técnico con ingenieros de minas y químicos para trabajar en buscar mejoras para los puestos de trabajo afectados. "Es un trabajo constante de cooperación entre el servicio médico y el departamento técnico", señala Jesús Ramón. A partir de 1990 quedó integrado dentro del complejo hospitalario de Asturias que, desde 2014, es el HUCA. El servicio de neumología ocupacional está integrado dentro de las instalaciones del hospital universitario y el departamento técnico, en un edificio aparte del HUCA.

A día de hoy, el INS mantiene esos dos departamentos. El primero, el técnico, se ocupa del laboratorio de análisis físico-químicos, integrado por profesionales químicos y técnicos de laboratorio; y del servicio de prevención técnica, a cargo de ingenieros de minas. El segundo departamento corresponde al servicio de neumología ocupacional, formado por especialistas en neumología, enfermeros y administrativos. Se añade además un departamento de administración como apoyo a los anteriores. El servicio de prevención técnica se encarga de vigilar qué tipo de polvo hay en las explotaciones, su eliminación cuando se produce, el control de labores, estudios epidemiológicos… Por su parte, el servicio del laboratorio de análisis se ocupa de todos los avances tecnológicos en cuanto a la medida de la cantidad de polvo, coordinar las analíticas que se llevan a cabo en toda España, enviar la memoria anual a las empresas y a la Administración, informando de los niveles de polvo en las explotaciones, minas, canteras… "El INS es una unidad de apoyo a la investigación de proyectos que requieren de una parte estadística desde el punto de vista médico, como la tuberculosis o la relación del polvo con las enfermedades", explica Enrique Fernández.

"Pese a que comenzó en un contexto de actividad minera, sigue siendo referencia a nivel mundial en materia de prevención e investigación debido al trabajo que está haciendo con otro tipo de enfermedades que tienen que ver con actividades industriales. Hay un gran futuro por esta vertiente de lo que es la salud a nivel medioambiental", tal como declaró Pablo Fernández Muñiz, consejero de Salud, durante el acto conmemorativo celebrado esta semana en la Feria de Muestras.

El INS está trabajando en proyectos nuevos relacionados con los contaminantes emergentes. "Aquellos temas que a lo largo del tiempo se ven interesantes vamos incorporándolos a nuestros trabajos: estudios sobre la exposición a humos de escape de motores diésel en minería subterránea; riesgos emergentes en las impresiones 3D, exposición a nanopartículas y compuestos orgánicos volátiles; mapa del potencial del gas radón en Asturias…", explica Jesús Ramón.

Desde que se constituyó, el INS ha actuado como interlocutor o ha estado en contacto directo con las administraciones públicas. "Es órgano asesor en la Comisión Minera del Ministerio de Transición Ecológica. También hace mediciones o propone mejoras a los trabajadores en las prácticas empresariales a través de los representantes sindicales", cuenta el actual director. "Hay que destacar su labor como interlocutores con organizaciones e instituciones, está a la vanguardia de la prevención y amplía sus campos de investigación", anota el consejero Pablo Fernández.

Gracias los conocimientos y experiencia acumulados tras 50 años de actividad médica ininterrumpida, el INS sigue siendo pionero en la prevención de las enfermedades respiratorias de origen ocupacional y medioambiental, ampliando su campo de investigación en la exposición a otros contaminantes emergentes. Y su departamento de neumología ocupacional continúa recibiendo y dando asistencia a pacientes de todo el país.

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