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Ciencia

El inesperado antídoto de la heparina

Ignacio Alfonso encabeza la investigación y la producción en el laboratorio de varias moléculas que inhiben el efecto del fármaco anticoagulante más común

Jeringuillas de heparina.

Un químico ovetense, Ignacio Alfonso Rodríguez, ha liderado el descubrimiento y la producción en el laboratorio de varias moléculas que inhiben el efecto de la heparina, el fármaco anticoagulante más común. De uso muy frecuente, se emplea para prevenir la formación de trombos en personas que padecen algunas afecciones o se someten a ciertos procedimientos médicos. Sin embargo, en muchas ocasiones, por ejemplo, ante una intervención quirúrgica, es imprescindible bloquear su acción porque la heparina aumenta el riesgo de sangrados descontrolados.

Dos de las moléculas desarrolladas por el grupo de Ignacio Alfonso se han probado en ratones. “Los resultados son muy esperanzadores, y esto podría ser el paso previo para diseñar posibles fármacos”, indica el investigador del Instituto de Química Avanzada de Cataluña (IQAC), perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Los resultados de la investigación han sido patentados y publicados en la revista 'The Journal of Medicinal Chemistry (ACS)'. No obstante, este siguiente paso, el diseño de un medicamento basado en este hallazgo, no resulta fácil de dar. “Se requiere una aportación de capital muy importante. En la investigación pública es inviable intentar llevarlo a un fármaco. Ahora, nosotros estamos buscando financiación para seguir. Otra cosa sería que un laboratorio se interesara por comprar la patente”, explica Ignacio Alfonso a este periódico.

La heparina se utiliza principalmente como anticoagulante, pero también como antiviral y anticanceroso. Su uso se ha potenciado aún más con la pandemia de covid-19: se está usando como tratamiento preventivo de los trombos producidos en enfermos de coronavirus y en embarazadas. “Aunque es uno de los fármacos anticoagulantes más comunes, no está libre de peligros, y es fundamental contar con una eficiente y variada batería de antídotos”, señala Alfonso.

Ignacio Alfonso Rodríguez nació en Sevilla (1972). Cuando tenía 3 años se trasladó a Oviedo con su familia. Estudió en las aulas prefabricadas del colegio San Pedro los Arcos y pronto pasó al colegio Loyola. Más tarde cursó Química en la Universidad de Oviedo. Realizó la tesis doctoral bajo la dirección de Vicente Gotor, más tarde rector. Entre sus estancias en el extranjero figuran una breve con el premio Nobel de Química (1987) Jean-Marie Lehn, en la Universidad de Estrasburgo, y otra con Reza Ghadiri, químico iraní-estadounidense, en el Instituto de Investigación Scripps de La Jolla (California).

Volvió por un tiempo breve a Oviedo, obtuvo una beca 'Ramón y Cajal' y la Universidad asturiana alegó que no tenía presupuesto para acogerle. Inició entonces un largo periplo hasta que consiguió una plaza en el CSIC y recaló, hace 15 años, en Barcelona, donde trabaja en el IQAC. Investiga en un terreno fronterizo entre la química, la biología y la nanotecnología.

En nuestro laboratorio podemos llegar hasta ensayos con animales, como hicimos en este caso”, señala Ignacio Alfonso. En este proyecto, iniciado en 2018, la motivación originaria de su grupo era realizar una investigación básica sobre moléculas que interaccionan con biomoléculas. “Estábamos interesados en determinar una metodología para obtener nuevas moléculas que tengan una aplicación interesante, por ejemplo que sirvan como dianas biológicas para tratamientos”, señala.

Sin embargo, en el itinerario de la investigación consiguieron una molécula sencilla que inhibía in vitro el efecto de la heparina. ¿Cuál puede ser su utilidad? Una muy llamativa, y aplicable en situaciones especialmente críticas y relativamente frecuentes, serían las personas que están bajo tratamiento con heparina y necesitan ser intervenidas quirúrgicamente de manera urgente o imprevista; por ejemplo, tras haber sufrido un traumatismo severo o un accidente cardiovascular. “En estos casos, la inhibición de la heparina circulante en el torrente sanguíneo es imprescindible para evitar complicaciones por sangrado excesivo”, asevera Ignacio Alfonso.

Actualmente, el sulfato de protamina es el antídoto que existe para neutralizar la acción de la heparina, pero se trata de un fármaco de alto peso molecular, por lo que puede conllevar inconvenientes. No existe hasta la fecha en el mercado ninguna molécula pequeña que inhiba el efecto anticoagulante de la heparina. “La búsqueda de antídotos de heparina basados en moléculas pequeñas sigue siendo un desafío debido a las propiedades fisicoquímicas de este polisacárido aniónico”, precisa el químico ovetense, que en este proyecto ha estado apoyado por Daniel Carbajo (primer firmante del trabajo), Yolanda Pérez, Marta Guerra-Rebollo, Eva Prats y Jordi Bujons.

Desde el punto de vista de la investigación básica, el aspecto más destacable es la utilización de una metodología basada en la química combinatoria dinámica, que permite aunar en un único proceso la selección, identificación y preparación de moléculas para una determinada aplicación, acelerando el desarrollo de nuevos compuestos funcionales. “Este estudio representa una validación definitiva de nuestro enfoque”, enfatiza Alfonso. Y apostilla que “la química combinatoria dinámica demuestra ser una herramienta muy potente para el descubrimiento de nuevos hitos en el desarrollo de futuros medicamentos donde los enfoques convencionales han encontrado muchas dificultades para triunfar”.

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