Diario de Mallorca

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Destinos inciertos

Ese hotel redondo de s´Arenal

¿Qué queda de los lugares que guardamos en la memoria?

El Hotel Acapulco en los años 60.

Los niños que se bañaban en s’Arenal a principios de los 60 mantienen varias referencias físicas grabadas en la memoria. Una carretera estrecha y bacheada, que a la hora de la merienda se atravesaba para buscar la sombra de las sabinas y los pinos inclinados por el viento. Las grandes antenas de la radio costera, cerca de las Meravelles. Y, al menos en mi caso, también conservamos en la mente las líneas redondas del hotel Acapulco, uno de los escasos establecimientos que entonces alojaban a los turistas de sol y playa en Palma.

En aquella época nadie tomaba el sol o se bañaba en la Platja o Playa de Palma. Todos los mallorquines iban a s’Arenal, con independencia de que la arena y el mar estuvieran en el término municipal de Palma o en el de Llucmajor. El neotopónimo fue un invento de 1966 a propuesta de Gabriel Fuster Mayans -Gafim- con el propósito de facilitar la promoción internacional.

El Acapulco no fue el primer hotel de s’Arenal. Según cuenta Pere Canals, el premio es para el Terminus, construido por Francisco Berga en la segunda década del siglo XX. Ni siquiera se colgó la medalla de plata. Antes nacieron el Oasis en Can Pastilla, el Maravillas y el Brisas, que se renombró como San Francisco por la vecindad del convento de los franciscanos. En los inicios del boom turístico de finales de los 50 y principios de los 60 también estaban el Solimar, el San Diego y el Ayron Park. Los hermanos Gabriel y Sebastián Barceló crearon el concepto de hotel horizontal en el Pueblo.

Antes de 1960, los datos siguen siendo de Pere Canals, en s’Arenal existían once hoteles y ocho hostales. Dos décadas después ya eran casi 150. El Acapulco siempre llamó la atención por encima de sus competidores por su singular arquitectura. Según cuenta Nofre Llinàs en el artículo Hotel Acapulco Playa, mon amour, publicado en s’Unió de s’Arenal, los trabajos comenzaron en mayo de 1957 y fue inaugurado en abril del año siguiente. Los promotores fueron la empresa Construcciones Mayol, que urbanizó también Sometimes y Cala Blava; Antonio Rossello?, propietario del restaurante Trito?n, de la plaza de la Reina de Palma, y Armando Orfila, duen?o del restaurante Pequen?o Mundo.

El Acapulco original tenía cuatro suites y poco más de 40 habitaciones. Entre los clientes conocidos estuvieron las hijas del Rey Faruk de Egipto. Allí tocaban cada noche después de la cena las bandas de hotel con un repertorio amable. Estos bailes eran territorio de caza para los picadors, los esforzados mallorquines en busca de escarceos sexuales con las turistas. Calificaban las distintas nacionalidades según la facilidad con la que aceptaban sus proposiciones indecentes. Uno de los históricos, Antoni Morlà, me explicó que las holandesas eran las más sensibles a los encantos latinos.

El Acapulco ha crecido, aunque mantiene su estructura redondeada original. Sigue acogiendo una clientela de nivel. El bar de la planta baja es uno de los lugares en los que aún se disfruta la calma que falta en otras zonas de s’Arenal. Y continúa habiendo música en directo, aunque los tiempos no dan para orquestas completas. Quienes suelen actuar son parejas o individuos que se acompañan de un instrumento y de las ventajas de la tecnología avanzada.

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