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Aventura

A trote por el mundo en un 2CV

"Con el toque de queda, sientes impotencia al escuchar cómo sobrevuelan los caza y bombardean la ciudad", afirma Vega

Coincidió con el mayor flujo de refugiados sirios y realizó el mismo camino a la inversa, perdió la audición durante 48 horas tras un bombardeo en la región de Nagorno-Karabaj, se adentró en las trincheras en Irán y casi fue deportada a su llegada a Chechenia. A pesar de ello, Ana Vega espera repetir la experiencia, ya sea por Europa o cambiando de continente.

Hace 17 meses, la joven mallorquina de 31 años se subía a su Citröen 2CV junto a su amiga Eva Serra, de la misma edad, para comenzar la aventura de sus vidas, que divide en tres etapas. La primera de ellas duró cinco meses. Juntas, partieron desde Barcelona destino Estambul. "Hicimos la vendimia en Italia, labramos en un huerto ecológico en Francia, trabajamos como voluntarias en un campo de refugiados sirios en Serbia y, ya en diciembre de 2015, llegamos a Estambul", recuerda Vega, a quien Turquía le dejó "huella" porque "es un país fascinante".

Comenzaba entonces la segunda fase del periplo, que se convirtió en 10 meses de viaje solitario repleto de dificultades, aunque no fue la única que se topó con adversidades en su camino. En Georgia "me encontré en medio de una montaña a 3.000 metros de altura a Jesús Calleja y Antonio Orozco, que habían pinchado sus bicicletas y los acompañé a su hotel". El 4 de abril, "cruzaba de Irán a Armenia y me vi rodeada de tanques. Estaba muy confusa porque ahí no tienes información. En ese momento me había unido a un fotoperiodista australiano y conseguimos ir a las trincheras junto a la policía militar. El coche llamaba demasiado la atención y hubo momentos en los que realmente pasé miedo al escuchar los tiroteos y los bombardeos", asegura la mallorquina. Ana Vega vivió de primera mano los estragos de la guerra. "En Turquía sobreviví a varios atentados del ISIS y del PKK, además del intento de golpe de estado, ahí pensé que no iba a sobrevivir", rememora angustiada Vega. La noche del 15 de julio, la trotamundos se encontraba en uno de los principales objetivos militares de la zona, entre el palacio presidencial y la sede del partido de Recep Tayyip Erdogan. La bomba de uno de los caza F16 cayó a 20 metros y perdió temporalmente la audición. "Estábamos atrapadas en casa por el toque de queda. Sentías una sensación frustrante y de impotencia absoluta, era guerra. Abrimos todas las ventanas para evitar que las ondas expansivas rompieran los cristales. Permanecimos ocho horas en el suelo hasta que no pudimos más y salimos, nos dio igual el toque de queda y huimos del conflicto", cuenta. Vega logró huir, con el peso de dejar atrás a personas de las cuales desconoce su paradero. "Tengo un amigo en la cárcel acusado de formar parte del golpe de estado. Están las listas, pero no tenemos noticias suyas", lamenta.

La sombra de los sobrecogedores recuerdos de la guerra no consiguen oscurecer un viaje que supuso un punto de inflexión para la joven. "Estaba muy cansada del ritmo de vida que llevaba, que se resumía en trabajar un montón de horas para pagar cosas que creemos que necesitamos. Los seres humanos tendemos a ponernos objetivos y metas y creo que lo importante era vivir el momento y haciendo las cosas que nos hacen felices en cada momento", sostine Vega. "Necesitaba alejarme de la vida materialista e intentar sentir quién era yo. Vivir una vida más espiritual, encontrarme a mí misma, saber cómo y hacia dónde quiero ir", añade.

Además de escoger a Eva Serra como su acompañante, el otro miembro indispensable del viaje fue su 2CV. "El coche forma parte de la aventura. Sin él, el estilo de vida que llevábamos no hubiese sido posible". Un pequeño 2CV que ha trotado las montañas heladas de Irán, ha cruzado frondosos valles austríacos y, aunque sostiene que "es mejor que un 4x4" la dejó tirada en más de una ocasión. "Nos quedamos sin combustible. Pero precisamente ese momento fue uno de los más pacíficos. Me encontraba en medio de la nada tras varios días en el caos de la ciudad. Por primera vez estaba sola, a la espera de que me salvasen", relata.

Tercera fase

Sana y salva, Vega se reencontró con Serra en Georgia en septiembre rumbo a Chechenia, donde casi las deportan. "Llevaba un visado de tránsito y se nos estropeó el coche en medio de una zona de alto riesgo de secuestro según la embajada española. Lo arreglamos y tuvimos que salir corriendo. Como no pudimos cruzar a Kazajistán, que era lo que pretendíamos, recorrimos de nuevo Turquía". A pesar del disgusto, volvería a encontrarse con más obstáculos que "no se pueden contar porque es un delito. Lo importante es que al final llegamos".

El vehículo se ha convertido en un íntimo lugar bendecido por los ciudadanos de Europa y Oriente Medio. Cuando echa la mirada atrás por el retrovisor, Ana Vega no solo ve la carretera, sino a todas aquellas personas que las ayudaron, que les hicieron creer en la generosidad del ser humano aún viviendo bajo las ruinas. El 2CV se ha convertido en un templo lleno de amuletos de la suerte que cuelgan del espejo o que descansan en el asiento trasero en forma de cojín.

"Lo pasé mal al volver a Barcelona, fue muy duro. Era tan feliz en el coche, no necesitaba nada más, en la naturaleza, en la playa, en la montaña?", suspira Vega.

Desde que llegara a Mallorca, admite que le está costando adaptarse de nuevo y procura acampar siempre que puede en la montaña. De la Serra de Tramuntana a África en moto, o en un clásico por EEUU. "Todavía no sé dónde ni cuándo, pero repetiré", asegura la joven.

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