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Entrevista

Daniel Abreu: "Desde las islas se crean piezas más auténticas y menos influidas por la tendencia"

El coreógrafo Daniel Abreu (Tenerife, 1976).

Daniel Abreu (Tenerife, 1976) transmite seguridad y fuerza. No cree en "los guías turísticos", "tampoco en la danza", y tiene fe en el crecimiento natural de las piezas. "Me gustan las que van tomando vida propia", confiesa. Sabe dónde se ha metido y no llora. "Los artistas damos la imagen de que no tenemos padre y que necesitamos que nos valoren, pero en realidad nadie nos está engañando, sabíamos que esto era así", declara. Trabaja bien bajo presión.

-Uno de los hilos conductores del Palma amb la Dansa 2015 es la insularidad. ¿Se crea de manera distinta desde una isla?

-Creo que se producen espectáculos más auténticos porque lo que pasa en una isla está menos contaminado por las tendencias. Yo soy canario, y a mi tierra las cosas llegan un poco más tarde. En las islas también se protegen más las tradiciones y las raíces, y uno está más vinculado a lo suyo, un patrimonio que uno quiere por riqueza y no por necesidad.

-¿Desde dónde creó Silencio?

-Nunca hago una transcripción de una idea. A veces cojo un título que me gusta y luego elijo al equipo con el que trabajar. En este caso, somos tres. Nos encerramos en un estudio para ver qué pasaba. En este espectáculo, hay muchos cuadros. En cada uno de ellos se habla, desde la danza, de lo que significaría estar en silencio, en calma, en equilibrio. Es un espectáculo que sin la música también tendría fuerza.

-¿Crea sin guión y sin red?

-Esto funciona como si uno se fuera a una ciudad que no conoce, por ejemplo Nueva Delhi, y la va a recorrer sin guías turísticos. Es como si se metiera en la ciudad por su cuenta y la viviera por sí mimo. Es una experiencia más enriquecedora. Los guías turísticos no me gustan demasiado, y en danza, tampoco. Procuro que las coreografías sean orgánicas, tengan su propia vida.

-¿Prefiere que baile más la persona o el profesional?

-Yo escojo a personas. El equipo es muy importante porque es el que va a insuflarle vida al montaje. Aunque las piezas salgan de mí, ellos son fundamentales. Por otra parte, no quiero que bailen como yo.

-Gestiona su propia compañía. ¿Le queda tiempo para crear?

-Si tuviera a alguien que gestionara algunas cosas, tendría más tiempo para vivir y para crear también. Para mí, crear es estar en contacto con las cosas y transformar toda esa materia en algo. Pero en este país, tal y como estamos en la danza, la situación es ésta. No puedes hacer otra cosa. Por otra parte, no tengo muy claro si teniendo más tiempo saldrían mejores obras. Lo que sí sé es que con el estrés me enfado más y se me cae el pelo. Pero sé que trabajo bien bajo presión.

-¿Ha mejorado su situación el Premio Nacional de Danza?

-La proyección de la compañía es mejor y mayor. El galardón te pone en un lugar y pone de manifiesto que lo que has hecho hasta ahora tiene un peso.

-¿Un bailarín es un investigador?

-Un bailarín, no. Pero un coreógrafo igual sí. El bailarín tiene que conocer su cuerpo y transmitir lo que un director escénico le pide. Un coreógrafo ha de saber transformar un mundo de vivencias y ponerlo sobre el escenario.

-¿Cuándo el bailarín le ganó la batalla al psicólogo?

-Empecé las dos trayectorias al mismo tiempo. La carrera de Psicología me resultó pesada . En ella hay mucha teoría y datos. En realidad, la Universidad no me interesaba nada. Después sí me ha interesado, pero desde otros lugares. Creo que soy más práctico. La danza me dio un recorrido desde el primer momento, y se me daba bien."Me gustan las coreografías orgánicas, sin un guión previo y con vida propia"

-¿Cómo le ha servido en su profesión la formación en Psicología?

-Los que estudiamos Psicología sentimos inquietud por las cuestiones de la mente y la conducta humana. Y eso me ayuda. Creo que lo de la Psicología también puede verse en mi trabajo porque en muchas de mis obras hay componentes de doble lectura. Hay una multiplicidad de interpretaciones, por eso no hay una historia o una narrativa que hilvane las coreografías. Es como en la plástica del siglo XX: el resultado material de la obra tiene tantas lecturas como pinceladas.

-¿De quién es hijo en la gran familia de la danza?

-Trabajé bastante con Carmen Werner, a quien le debo mucho: una experiencia profesional, un apoyo... Aunque en realidad mi trabajo no tenga nada que ver con el suyo, está muy presente en mis obras.

-¿Está obsesionado con la perfección?

-No. Me gustan las cosas bien hechas. Me preocupa que las coreografías tengan una factura rica. Por otra parte, saber que no voy a poder conseguir la perfección provoca en mí un movimiento.

"En este país,

todos somos hermanos pobres menos el futbolista y el político"

-Quizá la perfección está más relacionada con el clásico.

-En el ballet clásico se persigue la perfección del canon. En el contemporáneo, la perfección de quién eres.

-¿La experimentación está sobrevalorada?

-Está sobrevalorada la novedad, la historia de tener que ser creativo y tener que aportar algo nuevo porque siempre se valora la idea de juventud. En el arte siempre evitamos ser viejos. Es algo social también. Parece que todo tiene que llamar la atención. Pero la pregunta es: ¿dónde ponemos la atención?

-¿El bailarín se siente huérfano en este país?

-Los artistas damos la imagen de que no tenemos padre y que necesitamos que nos valoren. Pero en realidad nos dedicamos a esto porque es lo que decidimos. Nadie nos está engañando, sabíamos de antes que esto era así. De todos modos, en este país creo que ahora todos somos hermanos pobres menos el futbolista y el político.

-¿Cómo explica que en España haya tan buenos creadores?

-La creatividad siempre crece más en la pobreza, en el sur, porque has de moverte y buscar las maneras de salir adelante. España dista mucho de ser pobre, pero está acostumbrada a buscar recursos.

-¿En qué está trabajando ahora mismo?

-Estoy preparando una coreografía para el TenerifeDanzaLab. Me han propuesto concebir una creación que estrenaremos el 13 de junio. Para ésta, no tengo ni título como punto de partida. Pina Bausch estrenaba muchas veces sus montajes como La última producción de Pina Bausch. Después de la puesta de largo, les ponía el título definitivo.

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