Orquestra Simfònica de Balears ***½ Director: Salvador Brotons. Obras de Suppé, Brahms y Dvorak.

No podemos hablar de emoción continuada, pero sí de momentos, de puntas emocionantes. Nos referimos al último concierto, el del pasado jueves, el cuarto de la presente temporada, de nuestra Orquestra Simfònica. Salvador Brotons regresaba a la que fue su orquesta. Un regreso que sirvió para demostrar que con el tiempo, el director y compositor catalán ha cogido madurez. Brotons volvió por la puerta grande, como protagonista absoluto de la sesión. Sin solista.

Con la obertura de Poeta y Aldeano de Suppé, que abrió el programa, se consiguieron los momentos más brillantes de la noche. Toda la orquesta sonó plena, muy acorde con las necesidades románticas de la partitura. Todas las secciones, sin excepción, supieron imprimir un carácter de unidad que permite calificar la interpretación de primera. Con una versión como ésta uno esperaba un nivel de excelencia en las demás composiciones. Y no fue del todo así. En Dvorak sí se alcanzo un gran nivel pero no en Brahms. Sus Variaciones sobre un tema de Haydn (que no es de Haydn) no sedujeron, estuvieron faltas de ese no sé qué que diferencia lo bueno de lo supremo. Esa obra de Brahms está llena de matices, de apuntes, que si no se leen entre lineas no llegan al espectador en todo su esplendor, pudiendo incluso aburrir. No se llegó a tanto, pero…

En Dvorak, en cambio, volvió a brillar ese Brotons que conoce la partitura, que sabe leerla más allá de las cinco paralelas. Aquí, como en la Obertura, volvió ese sonido compacto, con unas cuerdas de bajo impactantes y unos vientos efectistas, muy musicales.

Tanto en la selección de las Danzas Eslavas como en la Sexta Sinfonía (de sobresaliente el tercer tiempo), los maestros (director y músicos) dieron una lección de saber hacer. Y es que tenemos, sin duda, una plantilla de referencia a la que hay que saber sacarle todo su jugo. Si es así, suena de maravilla.