Otello de G. Verdi XXVIII Temporada d´òpera ****

Albert Montserrat, tenor. Ángel Ódena, Yago. Maite Alberola, Desdémona. Coros del Teatre Principal. Orquestra Simfònica de Balears. Manuel Coves, director musical 18-05-14

Barco a la Vista.- Sí, en Venecia pero no la Venecia de los canales sino la Venecia del ducado, cuando el Dux gobernaba parte del Mediterráneo, isla de Chipre incluida, a través de una flota de naves que comerciaban con todo el mundo conocido.

Una muerte anunciada ya desde el segundo acto, cuando los celos de Yago se proyectan hacia su "amigo" Otello para convertirse en celos de muerte y venganza.

Pues bien, esa primacía como Ciudad Estado rodeada, invadida incluso, por el mar; esa connotación de isla, Chipre, aislada de su referente y capital también por las tormentas, todo eso ha inspirado la nueva producción que el Teatre Principal de Palma ha creado para ofrecer un Otello de Verdi de altura.

Un barco, majestuoso a veces, intuido en otras, siempre presente sobre el escenario, sirve de comodín sobre y alrededor del cual se suceden los cuatro actos de la obra de Verdi. Interesante pues esa puesta en escena, efectista y elegante, simple a veces (en el sentido positivo del término), un tanto desmesurada en otras, pocas (cuando en el primer acto el volumen dificultaba los movimientos de las masas). Un barco que bien podía ser despacho como alcoba, ésa pero, intuida también como vientre de una ballena en la que, como Jonás, los protagonistas llegan a ella para una travesía€ aquí sí mortal.

Enhorabuena pues a Miquel Massip y Kake Portas como autores de ese imponente velero. También a Alfonso Romero por una dirección de escena más que correcta y por una iluminación muy efectista y adecuada que ya desde el inicio se autodefine: será parte del todo. Se ilumina no para acompañar sino para vencer y convencer. La iluminación es parte esencial de esa producción. Aquí, en el primer acto, en la primera escena, antes incluso que suene la música, la iluminación envuelve al público, convirtiendo la platea y las pinturas del techo central en remolinos de agua y nubes movidas por el viento. La tormenta perfecta.

Maria Miró como diseñadora y Antonia Fuster como modista crearon un vestuario muy al uso, tradicional, digamos que muy de la época. Sin estridencias, en la línea de los vestuarios de referencia: negro para Yago, tonalidades rojas para Otello y vestidos de palacio, primero y camisón blanco, al final, para Desdémona.

Una producción llena de amor para resaltar el odio. Y, como dijo uno de los grandes pensadores del siglo XX, Bertrand Russell: "El amor es sabio, el odio es simple".

Cantad, Cantad malditos.- Odio, sed de mal€ Verdi conoce el corazón del hombre y traduce ese saber en belleza. La música de Otello no permite concesiones, es un fluir continuo, no existen las arias en sentido tradicional, la música misma conduce al éxtasis, al amor, a la muerte anunciada.

Yago es malo, nos lo dice él mismo, Satanás es su aliado, su confidente. Renuncia a Dios, no a Satanás, Al revés de la tradición cristiana. Pues bien Ángel Ódena entendió ese papel de Anti Cristo que Verdi le concede y se amolda a él, escénica y vocalmente. Tiene una voz apropiada para el rol, lo conoce, se apropia de él. Ángel es Yago. Como Maite Alberola es también Desdémona. Su voz exquisita recuerda la de las grandes sopranos que han cantado el personaje. Espléndida pues esa elección del duo.

Por lo que a Otello se refiere, Albert Montserrat tiene una voz curiosa. Muy cómodo en los registros graves, bellos y potentes, pero menos artísticos sus agudos. No tiene problemas en las notas altas, llega a ellas sin problemas, pero no de forma natural. Pasa de los graves a los agudos a través de una transición demasiado notoria. Otello no es fácil, nadie lo duda. Montserrat salió airoso del reto, pero un tanto agotado por ese ejercicio de cuerdas vocales que la partitura le exige hacer constantemente.

Muy bien el resto de cantantes. El siempre elegante Josep Ramon Ribot cantó Ludovico como siempre canta sus papeles de barítono/bajo: bien; José Manuel Sánchez cantó un Casio preciso y precioso y Yolanda Riera hizo una Emilia potente y muy musical.

Los coros, por su parte, no defraudaron. Suelen estar siempre afinados y atentos. Y ese Otello no fue una excepción.

La Orquesta, dirigida como todo el elenco por Manuel Coves, brilló como un protagonista más. Las cuerdas muy bien en esos momentos delicados que Verdi escribe para ellas. Mención aparte el dúo de contrabajos. Los vientos, tanto las maderas como los vientos, potentes y precisos según la ocasión.