Simfònica de Balears

TEATRE PRINCIPAL (palma) 16/11/2012

Director: Salvador Brotons. Intérpretes: Yukiko Akagi (piano); Arnau Reynés (órgano). Obras de: Watts, Grieg y Saint-Saëns.

Cuando de un estreno se trata y más cuando la obra es de un compositor desconocido, la lógica pide que algo de información debe darse al que asiste a la sesión para que tenga alguna referencia. Nada sobre M. Watts (realmente es Michael) ni sobre sus Festes Mallorquines apareció en el programa de mano del último concierto que la Simfònica ofreció el pasado viernes en el Teatre Principal de Palma. La obra del compositor afincado en Sòller fue la que abrió la primera parte de la velada. Se trata de una composición tonal, muy audible, con cuatro movimientos, todos ellos con títulos que hacen referencia al entorno del valle de Sòller. Obra agradable de escuchar, sin duda, sin demasiadas concesiones al atrevimiento. Una composición que bebe claramente del jazz y muy en la linea de la Rapsody in Blue y de Un Americano en París de Gerswin. La orquesta, sobre todo los vientos, exquisita. Quizás un poco descompasados los violines. De todas maneras con la caja acústica el sonido mejoraría mucho y amortiguaría esas pequeñas deficiencias.Siguió el Concierto para piano y orquesta de Edvard Grieg. Una composición llena de melodías muy inspiradas que se alternan a través de un diálogo constante entre la solista y la orquesta. Muy bien las dos. La pianista japonesa Yukiko Akagi tiene un gran sonido y una técnica depurada. Tranquila, se la notaba muy conocedora de la partitura y muy atenta a los gestos del director, un muy efectivo Salvador Brotons. Ambos proporcionaron una versión interesante de la obra, aunque quizás demasiado enérgica. Bien es cierto que Grieg pide mucha energía y fortaleza pero también sugiere momentos melódicos en los que la energía debe transformarse en sentimiento. Faltó un toque de lirismo.

Y en la segunda parte, con Arnau Reynés en el órgano de Sant Francesc y a través de conexión directa a través de audio, se ofreció la Tercera Sinfonía de Saint-Saëns. El hecho de no tener presente al intérprete y de que la conexión era solamente de audio (director y solista no podían verse) hizo que en algunos momentos se intuyera (más que notara) un pequeño retraso, pero que en ningún sentido puede calificarse de grave. De todas formas, el resultado del experimento creo que debe convencer a los organizadores a programarla de nuevo (cosa que se merecen tanto la formación como Arnau) pero en una iglesia con el órgano sonando en el mismo lugar que la orquesta. Los aficionados lo valoraríamos pues el resultado, no la interpretación (que fue interesante), mejoraría.