Habla casi con tanto atropello con el que se suceden en su libro los hechos y los géneros. "Nunca doy al lector la oportunidad de respirar, juego con el efecto sorpresa", asegura Lars Husum (Dinamarca, 1974) a propósito de la presentación, en el Club DIARIO de MALLORCA, de Mi amistad con Jesucristo (Alba), su primera novela.

El texto cuenta la historia de un chaval huérfano de padre y madre con una vida basada en el sexo y la violencia, en los excesos en fin, y el efecto balsámico de la relación que traba con un barbudo de carácter fuerte al que llama Jesús, sin más. "Nunca diré quién creo que es ese Jesús, el texto dejaría de estar abierto a la interpretación de cada uno", resuelve tras múltiples envites el danés, que tan pronto ha recibido críticas en las que se identifica al personaje como un motorista de los Ángeles del Infierno como noticias de curas que se ofrecen a presentar su libro y lo utilizan en sus celebraciones. "Crecí con una madre que pensaba que Jesucristo fue el primer socialista", admite. Así que todo es posible.

Heredero del movimiento cinematográfico Dogma 95, que rehuía de efectos especiales y se centraba en los personajes y las tramas, Husum somete al lector a una "carrera agotadora por un paisaje que cambia constantemente" y que rezuma brutalidad sin paliativos. "Una habitación es una habitación, un campo es un campo, no me entretengo en las descripciones", afirma.

Aunque brutal no significa insensible. "Me preocupa una línea del libro en la que Nikolaj -el joven que ha hecho de la violencia su lenguaje porque "no se le da bien nada más"-?patea la cabeza a un niño turco de diez años porque le ha mirado mal, aunque pocas líneas después se avergüenza, y cuando golpea a su novia pese a decirse que nunca se lo perdonará", admite el autor, cuyo protagonista "necesita saber que sufren por él para creerse que le quieren".

El texto, aderezado con artículos periodísticos y onomatopeyas infinitas, es también testimonio del humor que campa por su tierra natal, no siempre bien entendido fuera de la frontera nacional. "Hay una fina línea entre la tortura y el humor danés. Es un humor muy físico, muy duro", asume, tras referirse a las palabras con las que su compatriota Lars von Trier se identificó el año pasado en Cannes con el nazismo. "Él es muy de izquierdas, lo que quería decir en realidad es: ´soy un danés intentando se divertido´".

Y pese a creer que "ser escritor es pensar un día que nadie ha escrito nunca nada tan bueno y al día siguiente todo lo contrario", trabaja ya en una nueva novela "antierótica" basada en su propia vida sexual, mientras se cuece la adaptación al cine de su texto de debut.

Puede que, entonces, vuelva a sonar con insistencia su teléfono personal, oculto entre las páginas de Mi amistad... "Hay gente que sólo llama y cuelga, pero otros me hablan, me hacen preguntas. Siempre intento contestar", asegura.