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Gabi Beltrán/Bartomeu Seguí

Las ´Històries del barri´ logran el Premio de la Crítica

La novela gráfica de los dibujantes mallorquines, elegida mejor cómic nacional - Beltrán consigue además el galardón al mejor guionista español

Sitúense. Un barrio chino, el de Palma. Una historia, la vivida por el mallorquín Gabi Beltrán en los años ochenta, cuando la heroína fluía en las venas de su entorno. Un contexto de miseria en el que la delincuencia juvenil no permitía discernir los hechos delictivos de meras travesuras. Lo suyo fueron auténticas vandalidades que de tan "espectaculares" resultan poco verosímiles en la actualidad. El resultado: una novela gráfica que acaba de recibir el Premio de la Crítica 2012 al mejor cómic nacional y que tras sus páginas esconde, en lo crudo del relato, un recuerdo doloroso, que le ha servido al escritor y dibujante para librarse de sus demonios.

"Tenía miedo. Miedo de recibir el premio a mejor guionista y quedarme sin el de mejor obra estatal", explica el escritor palmesano en una entrevista con DIARIO de MALLORCA tras recibir el galardón la noche de ayer sábado durante la clausura de las Jornadas Internacionales de Cómic de Avilés (Asturias). La razón de ese miedo es la siempre predisposición a explicar a los periodistas que Històries del Barri no hubiese visto la luz sin el "trabajo enorme" y el "impulso" del dibujante Tomeu Seguí (Premio Nacional de Cómic en 2009). "Estaba nominado en tres categorías [mejor guionista, obra y dibujante] y aunque se trate de la historia de mi vida, el trabajo de Seguí ha sido imprescindible, motor para que me embarcase en ello", relata.

"Yo no quería dibujarlo", continúa. La verdadera razón de ser de la novela vino cuando Seguí le animó a plasmar en papel los microrrelatos que él publicaba en su blog, de vez en cuando. "Para mí se trata de recordar momentos de mi vida muy dolorosos, y no me veía con fuerzas de hacerlo yo solo", reconoce. Además de eso, en la novela también aparecen las vidas e historias de las pocas personas que aún quedan vivas tras la droga, "y eso les afecta", explica.

Se quedó huérfano con 25 años. Su hermana pequeña murió de una sobredosis y la única familia que tiene es su hermana mayor, con la que mantiene un pequeño contacto. "Nos apoyamos en lo que podemos; en su día salimos de aquel agujero tomando caminos distintos, pero ya no somos unos niños", puntualiza.

Y es que son los niños los verdaderos protagonistas de esta historia. Adolescentes maltratados, en algunos casos violados. "Sin oportunidades". Porque nacieron en una década donde se vieron obligados a robar y a delinquir para salir adelante. "No les quedaba otra; y eso no significa que justifique el hecho delictivo, porque ningún delito lo es, pero sí que es explicable". Como tampoco lo es -justificable- que "Urdangarin robe". "Es deleznable. Un señor con seis campeonatos de Europa y que lo tiene todo. No tiene ningún derecho a no ser honrado", afirma.

Y explicar es lo que ha hecho Beltrán. Contar su vida, tal y como le quedó grabado en su memoria. Pero quiere matizar un detalle: "Que algo sea real no significa que sea verosímil". En Històries del Barri se han suprimido muchos pasajes de su vida porque no resultaban "creíbles" al escribirlos. "He robado un coche de un parking, y eso lo cuento en mi libro, pero me salto el detalle de cómo lo hice". Porque resultaría demasiado "espectacular" y "americano" añadir que para salir, "tuvimos que romper la barrera".

Porque el objetivo no era ése. Beltrán buscaba -y busca- homenajear a esas personas amigas del barrio que tuvieron escasas oportunidades de cambiar su rumbo. Y añadir de paso una de los consejos más importantes que su abuela le dio: "Me enseñó lo que era la dignidad. Ella me dijo: ´Ser pobre no es algo de lo que te tengas que avergonzar, en todo caso de parecerlo´". "No importa que vistas con pantalones viejos o camisas raídas, pero siempre limpias, planchadas y bien peinado", añade.

La culpa a ella, -mujer republicana que vivió la guerra civil, la posguerra y el exilio desde su postura ideológica- de enseñarle que "un sabio no necesita saber leer y escribir para serlo". "Ella era analfabeta, y con su ejemplo de moral es con lo que arranco la segunda parte de esta trilogía", cuenta.

"Será difícil darle continuidad, pero quiero seguir escribiendo. A los 18 años me sucede algo que me hace ver que tengo que cambiar", aventura.

Por lo pronto, es su inquietud, su inteligencia -que él mismo pone por delante para justificar por qué él salió de la miseria y no sus amigos-, y esas oportunidades que a veces, y muy fugazmente te ofrece la vida, lo que le dan energía al empeño de continuar su andadura. "Mi cabeza no asimila escribir nada que se parezca a Ken Follet o Crepúsculo". "Ojalá crease un bestseller, pero prefiero escribir cosas desde la honestidad y la verdad" o desde mi experiencia "de haber bajado a la calle" y haber visto "las cosas como son".

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