Imágenes sin mensaje, deliberadamente ambiguas y bellas. Óleos complejos, aluminios sin apenas grosor, mates, adheridos, confundidos con el soporte y de formato apaisado, a la manera de una pantalla cinematográfica.

La obra de Pep Girbent (Sóller, 1966) sigue en esta muestra el género pictórico tradicional en unas nuevas coordenadas, con unas nuevas reglas de juego. Como en las películas de Andrei Tarkovski (1932-1986), donde poco importaba la presión del argumento o la prisa que imponía lo narrado, la imagen duraba igual lo que el hecho contenido. Un realismo poético con imágenes oníricas que evocan al romanticismo pictórico de Gaspar David Friedrich (1774-1840), más concentrado en explorar el mundo visible que no evocar estados de ánimo poético.

Igual que Gerard Richter (1932), Girbent responde a una obertura de la pintura frente a la fotografía, fruto de la ruptura de fronteras entre disciplinas y la mirada contaminante de las poéticas de los sesenta. Toma la fotografía la manipula y la niega, pero conserva el acto de pintar, aquella imitación de la pintura que deseaban los primeros fotógrafos, creando un pictoralismo al revés, a base de construir la pintura destruyendo la fotografía. Una especie de foto-pinturas que pasean por la figuración y la abstracción, pero las supera.

A Girbent le gusta leer y es un apasionado de la epistemología. De todo ello, es normal, que su ideario pictórico esté relleno de preocupaciones que van más allá de la pura acción de pintar y crear imágenes. El Aleph es un libro de cuentos fantásticos que se combinan con la cotidianidad, muy cerca de lo que hoy conoceríamos como mainstream, donde las fronteras de la fantasía y de la realidad a veces son tan tenues, tan vaporosas, que sólo la interpretación de cada uno puede decir realmente si nos encontramos con un cuento de fantasía o de narrativa general. De ahí puede que Girbent extraiga imágenes, estéticamente elaboradas y un mundo paralelo, el que nos hace soñar de verdad: "... lo que queda, cuando un cuadro se acaba, son imágenes ópticas ancladas en una piel de pintura. Una piel que respira, que se oxida, que huele a pintura".

Girbent

Galeria Horrach Moyà

Carrer Catalunya, 4 (Palma)

Hasta el 10 de abril