La sensación de felicidad con la que Luis García Plaza acabó el partido contra el Mirandés en Anduva tiene varias razones. La primera, el hecho de que el Mallorca sumó otro punto, pese a jugar con un jugador menos los últimos 15 minutos. La segunda, que el equipo lleva más de 490 minutos sin encajar un gol. La tercera porque sigue en los puestos de privilegio seis jornadas después.

Por lo demás, faltan muchas cosas para que todo sea perfecto. A esa sensación de seguridad defensiva que da la línea de atrás se habría de sumar una mayor efectividad cara a puerta. Apenas cuatro goles en seis partidos son un escaso bagaje. Ante Budimir sigue sin sustituto en la zona ofensiva. Álex Alegría y Abdón Prats no llegan a su altura; Amath Ndiaye jugará mejor en banda que como delantero centro, y a Marc Cardona no se le puede juzgar por el poco tiempo que estuvo sobre el campo. No hay gol porque no se crean ocasiones.

Podríamos hacer como el técnico del Real Mallorca y consolarnos pensando que lo que le ocurre al equipo de Luis García Plaza es norma común en la categoría, donde el gol cuesta sangre, sudor y lágrimas, pero es legítimo que la afición espere algo más de su equipo en cuanto a juego.

Los once puntos actuales en seis jornadas serían 77 a final de Liga, una cifra de ascenso directo a Primera División, pero fiarlo todo a la fortaleza de la zaga es muy peligroso a la larga si se quiere lograr un objetivo tan ambicioso.