Para empezar por el final, habría que preguntarse cómo este Mallorca de Segunda puede prescindir hasta el minuto 76 de la segunda parte de un jugador como Stoichkov que el pasado año, en esta misma categoría, marcó 16 goles y dio más de una docena de asistencias. Ayer le bastaron diez minutos en el campo para enviar un balón que Dani Rodríguez acabó facturando a la red tras un potente disparo.

Lo anterior fue un partido de Segunda, todo un suplicio para el espectador, sobretodo si uno viene acostumbrado, como está todavía la afición del Mallorca. Y nos falta sufrir 39 jornadas más.

Los de García Plaza no saben cómo meterle mano a los rivales y cuesta un mundo hacer ocasiones. Pasaron 30 minutos hasta que llegó el primer remate rojillo entre los tres palos y eso que enfrente estaba un recién ascendido y no un rival todopoderoso, como el Espanyol de la pasada semana. El equipo tiene seguridad atrás, capitaliza en muchas fases el control del juego, pero en el fútbol los partidos se ganan si se meten goles. El Mallorca ha tardado 265 minutos en perforar la portería contraria y el gol ha llegado cuando el rival jugaba con diez hombres. Si los de Garcia Plaza no resuelven esta rémora, lograr el ascenso será una quimera.

Para ser positivos hay que concluir que se han logrado los tres puntos y aquí en Segunda parece que lo único que al final importa es eso, sumar, por lo civil, lo criminal o picando piedra.