La aplicación de la tecnología parecía que iba a cambiar el mundo del fútbol. Debía acabar con las polémicas decisiones que marcan un partido. La controversia con el VAR no es solo propia de España, ha vivido episodios sonados en competiciones como la Bundesliga, en la que se llegó a sustituir al responsable del VAR porque sus decisiones favorecían a un club.

En España, la realidad, más de un año después de la implantación del videoarbitraje, es que la guerra entre aficionados y clubes contra los árbitros no ha cesado. Paradójicamente, los que en las últimas semanas han mostrado en público sus quejas son clubes como el Madrid o el Barcelona, cuando en el balance final que se puede hacer al final de Liga se verá como los más perjudicados siguen siendo los mismos, los pequeños. Sigue habiendo clubes de primera y de segunda, y por desgracia el Mallorca es ahora uno de estos últimos. El partido ante el Sevilla fue un ejemplo, y no solo por las acciones que se revisaron por el VAR, sino por las que no lo fueron. El Mallorca ya ha vivido situaciones similares en el pasado, en uno y en otro sentido, el penalti de Getafe o el que no se quiso revisar sobre Aleix Febas.

Molango no es el único dirigente que se ha quejado, y con razón. Vamos completamente por el camino equivocado. Tenemos que dar dos o tres pasos atrás y regresar al fútbol. Todo el mundo creyó que nos iría bien con la tecnología. Pero detrás de la tecnología hay personas. Gil Manzano no estaba por la labor de corregirse, como en el gol de Diego Carlos. Al contrario que Del Cerro Grande que, en su sala del VOR, parecía que escudriñaba cualquier acción polémica favorable al Sevilla. El Mallorca se merece competir en igualdad de condiciones.