Es el desafío más grande de la temporada, en el que solo los más optimistas conceden alguna opción de éxito. Lo cierto es que el Mallorca afronta este sábado ante el todopoderoso Barcelona un reto exageradamente desigual en todos los niveles, tanto en el económico y social, como en el deportivo. Pero hay que jugar. El fútbol está lleno de ejemplos de gestas, algunas protagonizadas por el propio club bermellón a lo largo de su centenaria historia en el mismo majestuoso escenario, que invitan a soñar. Al menos eso siempre queda, hasta que el colegiado pite el inicio del encuentro a las 21 horas en el Camp Nou.

Las frías estadísticas hielan cualquier ilusión que pueda tener el mallorquinismo de sacar algo positivo. La que más duele consultar es la que explica la enorme diferencia entre los resultados de los catalanes en casa con los de los baleares como visitantes. O dicho de otra manera, se medirán el mejor local de la Liga contra el peor visitante. Unos han ganado los seis encuentros con una insultante solvencia, mientras que los otros han perdido los seis que han jugado lejos de Son Moix. Unos han marcado veinticinco tantos y los otros solo tres.

El conjunto de Valverde, que comparte el liderato de Primera División con el Real Madrid, no ha despertado frente a sus aficionados las dudas que sí ha hecho como foráneo. Cuatro de sus cinco encuentros han sido resueltos con goleadas, sin tener en cuenta la entidad del adversario. Porque venció por cuatro a cero al Sevilla, que es el tercero en la tabla, y le metió cinco al Valladolid (5-1), que está en la parte medio baja.

El Betis (5-2) y el Valencia (5-2) también han salido con la cabeza baja del estadio azulgrana tras ser vapuleados sin piedad. Solo el Villarreal ha plantado cara de verdad al Barcelona. Griezmann y Arthur adelantaron a su equipo, pero el tanto de Cazorla le puso en serios aprietos, aunque el duelo finalizó con triunfo (2-1).

Debilidad al coger el avión

Está por ver cuál será el guion del encuentro, aunque el Mallorca no es igual de reconocible cuando coge un avión, más allá de los resultados. Los bermellones no han dado la talla en lo que se lleva de competición como visitantes, un hándicap que pesa en la clasificación porque en Son Moix sí que están siendo más fiables, por mucho que hayan ha cedido tres derrotas en la isla.

Quizá la última a domicilio es la que menos gusto amargo ha dejado. Cayeron ante el Levante en el Ciutat de València en un encuentro en el que cuajaron minutos de buen fútbol y que fueron capaces de levantarse tras encajar el primer tanto. Pero tras la igualada de Dani Rodríguez, Rochina se inventó un disparo desde su casa que instaló el doloroso 2-1 final en el electrónico. En Mestalla, en la tercera jornada, también dieron la cara, pero dos penaltis evitables dieron la victoria al Valencia (2-0). El resto de encuentros, incluso ante rivales directos para evitar el descenso, como el Leganés (1-0), Alavés (2-0) o Valladolid (3-0), acabaron doblando las rodillas. Además, es preocupante la falta de pegada que tienen como visitante ya que solo ha anotado tres goles en estos seis encuetros. Al que marcaron ante el Levante, hay que añadir los dos de Budimir ante el Getafe cuando intentaban a la desesperada recortar distancias, sin suerte (4-2). Esto da que pensar que el Mallorca necesita un milagro para puntuar en el Camp Nou. Por algo unos tienen 671 millones de masa salarial, la más elevada de la Liga, y los otros no llegan a treinta, la más baja. No obstante, los desafíos están para superarse, por utópicos que parezcan. Es el caso.

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