Un empate supone un reparto de puntos entre el equipo local, uno para el visitante, y uno que se va al limbo, pero tan equitativo reparto no deja las mismas sensaciones entre los que se quedan con el botín. Al Mallorca no lograr una victoria ante un equipo de su liga como el Osasuna, le hace más daño que a los pamplonicas, que se van de Palma con un chute de adrenalina como el que los hombres de Vicente Moreno tuvieron tras ganarle al Real Madrid.
El Mallorca salió enchufado, como no puede ser de otra manera, con un Lago hiperactivo y recibió su justo premio tras un claro penalti, pero el ritmo de sus revoluciones fue a menos conforme avanzaba el partido y no acabó de matar a los navarros. Media docena de remates, cuatro córners y una estrategia a la que se debe sacar más provecho para matar el partido, no sirvieron para cerrar el duelo o al menos para cercenar cualquier atisbo de recuperación de un rival que, como el Mallorca, suele hacerlo mejor en casa que cuando juega a domicilio, de hecho lleva 30 partidos sin perder en El Sadar.
La segunda mitad fue un ejercicio inicial de especulación del Mallorca, como si confiara en que su rival iba a esperar más para irse a por el empate, que certificó Marc Cardona tras una jugada que dejó en evidencia la línea de contención del Mallorca. Los de Moreno no supieron ni defender el regalo que supuso un nuevo gol tras un segundo penalti y, de hecho, tras la nueva igualada la sensación que se sentía era que los tres puntos podían volar de Son Moix más que quedarse.
El empate final es un alivio, que permite seguir fuera de las plazas de descenso, pero lo peor de todo es que apenas queda tiempo para la recuperación antes de encarar el partido con el Valladolid, viendo además que los recambios que vienen desde el banquillo para aportar frescura siguen sin justificar por qué están aquí.
