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Muerte y resurrección en Anduva

El Mallorca recupera la categoría mínima en la que debe militar como club de fútbol

Han pasado 357 días desde que el Mallorca perdió de forma matemática una plaza en el fútbol profesional, una muerte deportiva en toda regla. Ayer se logró la resurrección futbolística tras 90 minutos de sufrimiento contenido. Y, aunque parezca cosa de brujas, ha sido contra el mismo rival, el Mirandés, entrenado por el mismo técnico, Pablo Alfaro, y en el mismo escenario, Anduva, en el que poco más de medio millar de mallorquinistas pudieron vivir con alivio cómo la ventaja lograda en Son Moix era suficiente para lograr el regreso a la categoría mínima en la que debe militar este club con más de cien años de historia.

Objetivo cumplido. El plantel dirigido por Vicente Moreno ha logrado a la primera el objetivo irrenunciable que tenía y que asumió desde el momento en que aterrizó en Son Moix cuando dijo "tengo claro a lo que vengo". "Pero vamos a ser el rival a batir y va a ser muy difícil la temporada", auguró con una clarividencia absoluta. Maheta Molango había enervado a la afición rojilla, cuando, en un primera reacción tras la consumación del descenso, dijo que "en Segunda B no quiero hablar de ascenso, sino de competir". El mallorquinismo tenía otra opinión y le ha perdonado esas dudas tras los momentos de zozobra. Su apuesta por Vicente Moreno ha sido todo un éxito. El técnico valenciano, que se ha ganado la continuidad por su buen trabajo, ha hecho una temporada sobresaliente, con números de récord en la primera parte de la Liga, y sin perder nunca la compostura, ni siquiera cuando se encadenaron casi media docena de partidos sin ganar y se vio cómo otros equipos se acercaban a la primera posición que se debía lograr sí o sí para poder, como sucedió ayer por la tarde en Anduva, jugarse el ascenso a Segunda en una única eliminatoria con otro campeón de grupo.

Nunca más. Hoy es día de celebraciones para la afición mallorquinista, que ha estado todo el año apoyando a sus jugadores. Tener que militar en una categoría como la Segunda B ha sido muy duro para aquellos que estaban acostumbrados a festejar hitos que se hacen más merecedores de ello, como ganar una Copa del Rey, una Supercopa de España, llegar a una final europea o jugar la Champions.

Se celebra un ascenso porque las victorias hay que celebrarlas, pero uno vez pasada la euforia del momento, llega la hora de sentar las bases para que este Mallorca vuelva a ocupar en el fútbol español el lugar que se merece; no en vano es el décimo octavo equipo con más temporadas en Primera. La reconstrucción será complicada y son necesarios cambios, pero hay cimientos para que, con el músculo financiero del grupo de Sarver, se puedan rememorar cotas perdidas y sobre todo, como se vio ayer en Anduva, en la Plaza de las Tortugas y en otros lugares de la isla, hay una masa social fiel a los colores. Molango dijo también el pasado año que el descenso a Segunda B era "una oportunidad del club para renacer". Que así sea.

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