Ni lancen las campanas al vuelo si el Mallorca regresa de tierras catalanas con los tres puntos ni se depriman si vuelve de vacío. La Segunda B que nos espera es más larga que un día sin pan. Tanto, que el campeón del grupo no sube directamente sino que debe jugar al menos una eliminatoria para lograr el objetivo. Y este no es otro para el Mallorca que el ascenso a Segunda A, de la que solo debía haber salido para jugar en Primera y no en la categoría de bronce.
La pretemporada del equipo entrenado por Vicente Moreno invita al optimismo. Invicto, ha ganado y empatado con equipos de Segunda, lo que demuestra que el técnico mallorquinista ha conformado un equipo competitivo. No valen excusas. Ni en forma de terrenos de juego deficientes, que los habrá, ni de lesiones ni bajas formas. Si el Mallorca quiere ascender debe dar el primer paso desde la jornada inicial, y más ante un rival como el Peralada, que ha subido de categoría en los despachos.
Será mejor olvidarse de tácticas y de juego atractivo. Esto es Segunda B y estarán arriba los equipos que entiendan de qué va la categoría: de luchar, de entrega sin límite, de sacar provecho de las escasas ocasiones que se creen. Moreno la conoce. Ahora falta que sus jugadores también.
