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Análisis

Refundemos el Mallorca

Refundemos el Mallorca

En nuestros desayunos de veteranos, prejubilados y jubilados, o casi, en la narración de nuestras batallitas periodísticas y deportivas del bareto Cala Canta, de Ciudad Jardin, Alejandro Vidal, Ricard Pla, Ricard Cabot y un servidor no paramos de hablar del Real Mallorca. Si nos escuchara Matías Vallés nos consideraría, con lo cool que es él, unos abuelos parados junto a la alambrada de la obra, viendo descargar hormigoneras y volar plumas de grúas.

Hablamos, cómo no, de la claudicación del papel sobre las redes sociales, pero hablamos, sobre todo, de cuando el Real Mallorca era el Real Mallorca y no tanto de sus triunfos, que los tuvo (incluida final de Recopa), sino de cuando había nombres que parecían, ciertamente, estar interesados, vivir, pensar, trabajar y hasta amar al club.

El otro día se me ocurrió sugerirles algo a mis amigos que suelo comentar con mis compañeros de El Periódico cuando, de pronto, me hablan de publicar cierto tema o reportaje sobre menganito de tal. "Hagamos una cosa, salgamos al semáforo de Paseo Sant Joan-Consejo de Ciento y preguntemos quién conoce a menganito de tal. Si lo conocen, publicamos el tema". Y casi siempre gano. No lo conoce nadie.

Pues eso, de pronto, sugerí que nos fuésemos a cualquiera de los semáforos de la plaza España y preguntásemos si sabían quién era Monti Galmés, Maheta Molango, Javier Recio o, incluso, Sergi Barjuan. Por no preguntar, que ya es preguntar, por el rico, millonario, dueño Robert Sarver. En serio, cero patatero. ¿Por qué?, porque nuestro Mallorqueta no es el Real Mallorca de ellos.

Es evidente que el equipo, todo él, tiene un problema de fútbol, no de alineación, sino de buenos futbolistas. Perdón, ni siquiera de buenos futbolistas, simplemente de jugadores de fútbol. Pero ese no es el problema auténtico, el problema verdadero es que el Real Mallorca ha dejado de interesar (ya llamaba poco la atención, la verdad), al casi cien por cien de los mallorquines, hasta el extremo de que el club ha empezado a regalar entradas, no para que se llene el estadio de Son Moix, sino para que vaya alguien al campo.

Yo creo que lo mejor que le puede pasar a este Real Mallorca es descender a Segunda B, dejar de ser un club profesional (y de un rico norteamericano), para refundarse, rearmarse, caer en manos de auténticos mallorquines (veremos a quién le apetece hacerse cargo de él, pues ya hubo, ya, mallorquines que le hicieron daño) para, apoyándose en una buena cantera y quién sabe si en refuerzos isleños, intentar ascender con una nueva idea (perdón, con una idea; ahora carece de ella, ni siquiera es un buen negocio) y volver a provocar un cierto cosquilleo en la afición rojilla, si es que aún hay seguidores dispuestos a lucir esa camiseta.

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