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Análisis

La recuperación de una afición desencantada

Hacía Maheta Molango una súplica a la afición del Mallorca para que acudiera a Son Moix a dar su apoyo al equipo en unos momentos tan delicados como los que vive el club decano, en peligro de caer a Segunda B en el año de su centenario.

Mi experiencia, acreditada por 40 años de aficionado al fútbol, me dice que el número de acérrimos mallorquinistas, de esos que seguirían al equipo aunque cayera a Tercera División, no van más allá de los siete mil. ¿Dónde están entonces esos más de 20.000 que llenaban el Lluís Sitjar?, o los que aclamaban al equipo y llenaban las calles de Palma para recibir al equipo tras una final de Copa, de Recopa o un ascenso.

El Mallorca tiene muchos factores que juegan en su contra. El manfotisme mallorquín, la caseta, el "hoy hace frío", las playas a un paso, el futbol televisado a todas horas, lo que se tarda en llegar, aparcar y desaparcar en Son Moix... demasiados argumentos en contra de la movilización del hincha rojillo. Si hasta el presidente del club no acude a los partidos- porque está en Alemania, en Capdepera o en Abu Dabi-, el director deportivo prefiere ir a ver a su sobrino jugar al tenis antes que presenciar en directo el partido de su Mallorca. ¿Cómo pretender que el aficionado no sucumba a cualquiera de estas excusas para no acercarse a Son Moix? Pero, sobre todo, está el factor principal, que este club -con su kafkiana guerra de dirigentes- y su equipo, -con un juego ramplón- han alejado del campo al aficionado. Ir a Son Moix esta temporada es sufrir por el nulo espectáculo que ofrece un grupo que parece que no sabe dar más de dos pases. El Mallorca de Cúper o el de Luis, por citar los casos más recordados, emocionaba, luchaba, concitaba la atención de todo aquel al que le guste el fútbol e incluso hizo surgir el orgullo de ser mallorquinista. Hasta que ese sentimiento no rebrote será difícil volver a ver un campo lleno, al menos de mallorquinistas. Del club y los jugadores depende.

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