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Análisis

¿Y qué tal cien millones para el equipo?

Tal vez el mallorquinismo aún no ha adquirido conciencia de la situación y esa no es otra que la de que el club es propiedad total de un empresario, ya sea alemán o ecuatoriano, que puede hacer y deshacer lo que le venga en gana siempre dentro de la ley y la normativa. Esto significa que mientras cumpla las condiciones que le exija el Ajuntament de Palma, propietario y arrendador de Son Moix, el Consejo Superior de Deportes y la Liga de Fútbol Profesional, Utz Claassen está en su derecho de girar el campo noventa grados, colocarlo en diagonal, elevarlo o rebajarlo o cualquier otra idea que se le ocurra.

Otra cosa son los agravios comparativos respecto a otros proyectos semejantes presentados en el pasado, el mal gusto de los cambios planificados, extensible en este caso al logotipo del Centenario, o que el aficionado, reducido a papel de ´paganini´ prefiera que los cien millones que se van a invertir se dividan en cinco presupuestos de veinticinco destinados a confeccionar un buen equipo para el próximo lustro.

De la misma manera que fulminar o no el monumento de Sa Faixina y abrir o cerrar al público los jardines de Marivent no parecen ser cuestiones prioritarias para la ciudad de Palma, esta revolucionaria remodelación del multiusos cedido al Mallorca es menos importante que contar con una plantilla verdaderamente capaz de luchar por el ascenso y estructurar profesionalmente otras áreas del club. La escala de necesidades aparece bastante desenfocada en ambos supuestos, valga el primero a título de ejemplo.

Ya no entremos a valorar la deficiente orientación del terreno de juego en horarios diurnos, la reubicación de los asientos con las gradas de preferencia situadas en los fondos, el empeoramiento de las condiciones para televisar partidos, la reducción del aforo y, quizás como consecuencia, el aumento de precios. Pero, lo dicho, el señor Claassen está en su casa. La suya, sí.

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