Valeri Karpin era el sábado la viva imagen de la derrota. Lógico si se tiene en cuenta el papelón realizado por sus jugadores ante una Ponferradina que se impuso por actitud más que por calidad. Pero lo que se espera de un entrenador cuyo equipo ha encajado una derrota vergonzosa es como mínimo un ejercicio de autocrítica. Decepcionante fue escuchar a Karpin explicar los motivos del descalabro y reducirlo todo a la ocasión desperdiciada por Scepovic, imperdonable por otro lado. No hace falta llegar a la salida de tono de Djukic, entrenador del Córdoba, que despotricó en público de sus jugadores por su triste actuación en el Camp Nou, pero de cualquier técnico que acaba de perder como lo hizo el Mallorca en El Toralín se espera un argumento más razonado y no tan simple. Esto es no querer ver, o sencillamente no verlo, que sería más preocupante, las muchas lagunas que presenta su equipo, futbolísticas y de todo tipo. Lo que debe solucionar Karpin, si le dejan, es la indolencia de sus jugadores. Jugando como el sábado, el equipo lo tendrá muy complicado para salvarse.
