¿Habría firmado Joaquín Caparrós sumar veintidós puntos en sus primeros diecinueve partidos como entrenador del Mallorca? Seguramente sí porque son números de permanencia, que es justo lo que le exigieron cuando firmó por el Mallorca el pasado 4 de octubre. Sin embargo, el sello del equipo que ahora dirige el utrerano es el de la irregularidad, capaz de arrancar un punto en el Calderón, de poner contra las cuerdas al Real Madrid o de vencer en Vallecas y Zaragoza, y también de perder en el Iberostar Estadio con rivales directos como el Sporting de Gijón y el Getafe.

?Si la salvación se cifra en cuarenta y cuatro puntos, como en la anterior Liga, este Mallorca está cumpliendo, pero lo que es seguro es que ni su juego ni sus resultados, y quizá también su plantilla, pasarán a la historia. No hace falta, sobre todo para un club en concurso de acreedores y que continuar en Primera División es, aunque sea por lo civil o lo criminal, toda una obligación. Caparrós debutó con una media sonrisa. Un tanto de Hemed en el descuento sirvió para arrancar un punto en Son Moix frente a todo un Valencia, que ya se frotaba las manos. En la siguiente jornada también consiguió sumar otro ante el Atlético de Manzano, también merced a un tanto desde los once metros del delantero israelí. Pero algo había cambiado y el mallorquinismo se empezó a dar cuenta. Los rojillos instalaron un autobús y apenas superaron el centro del campo, un cambio descomunal respecto a las tesis de los anteriores inquilinos, Michael Laudrup y Miquel Àngel Nadal.

?Dos empates consecutivos ante dos adversarios de postín dieron un margen de tranquilidad que se esfumó por el primer disgusto serio de la temporada. En un partido señalado para despegar, el Sporting de Gijón se llevó los tres puntos en un infame encuentro en el que los bermellones evidenciaron muchas carencias. Los errores defensivos y la falta de pegada empezaron a condenar a un equipo al que le quedaba mucho trabajo por delante para mejorar. Y Caparrós lo sabía. Una previsible goleada en Barcelona y otro empate ante el Sevilla encendieron las alarmas, aunque no llegó a entrar en descenso. El primer triunfo llegó ante el Racing de Santander con un ajustado 2-1, pero este Mallorca no convencía a nadie. Ni siquiera al andaluz, que ya sabía dónde se había metido. Pero un empate ante el creciente Athletic de Bielsa, otro en Granada en la reanudación del choque suspendido y un necesaria victoria en La Romareda evidenciaron la esperada mejoría. Y la buena noticia no solo era la obtención de los puntos, en la primera victoria a domicilio del curso, sino por la recuperación de algunos futbolistas.

?Caparrós ha sabido rescatar para el Mallorca a un Castro que estaba desconocido. El uruguayo vuelve a encarar y a ser decisivo, al igual que ha sacado al mejor Víctor Casadesús de su carrera en Primera División. Son futbolistas, apoyados por los Tissone, Ramis y compañía, que mantienen el nivel. ?

?La pena es que el equipo no es constante. La victoria del Getafe en Son Moix fue un jarro de agua fría para acabar el año. Otra derrota ante un rival directo en casa que impedían una segunda victoria consecutiva, algo que todavía no se ha producido. Un empate ante el Levante y una buena actuación ante el Real Madrid fueron los primeros pasos de un 2012 que ha fortalecido a los isleños en su feudo –triunfo ante el Betis y goleada al Villarreal– y le ha debilitado fuera –sufrida victoria en Vallecas y derrotas ante Espanyol, Málaga y Real Sociedad–. El punto ante Osasuna del sábado sabe a poco porque se dejó escapar una gran oportunidad. Pero esta desigual trayectoria es una cruz que pesa sobre Caparrós, que sin alardes, está salvando el cometido.