Que nada menos que Sant Pere d’Escorca, la más austera, pero probablemente también la más genuina representación del cristianismo en Mallorca, aparezca como cebo para la venta de la gran possessió en la que se ubica, desvela por lo menos dos cosas. Una, la ignorancia y frivolidad con la que actúan determinados portales inmobiliarios y otra, la fragilidad y necesidad de tutela y salvaguarda permanente que reclama el patrimonio material. Siempre hay desaprensivos y oportunistas al acecho.
Que las grandes propiedades de la Serra pasen las de Caín para afrontar el relevo generacional, den por imposible su mantenimiento y se vean abocadas a la venta, tampoco significa que se pueda hacer cualquier cosa para lograr la transacción de la titularidad. Usar Sant Pere d’Escorca como imagen mercantil ha sido como querer vender el alma de Mallorca, su espíritu, su identidad o como quieran llamarlo y eso, al igual que el cariño verdadero, no puede estar en el mercado. Ni se compra ni se vende.