A los menores extranjeros que quedan a la intemperie de las expectativas de una vida mejor solo les faltaba convertirse en moneda de desgaste político. El ayuntamiento de Santanyí y el Consell les asignan ahora esta carga para diluir su respectiva responsabilidad en tan delicado asunto.
Cierto que una comunicación discreta sobre el traslado del centro era compatible con la seguridad de los acogidos, pero este principio de prudencia y tacto también debería ser válido para un gobierno municipal de Santanyí que solo ha visto en la operación un tanto prepotente del Consell un arma arrojadiza contra su rival político.
La premura en abrir expediente de actividades delata el trato interesado y parcial.
Dado que la mayoría de pateras desembarcan en Santanyí, no estaría de más que el municipio contará con mejor infraestructura y sensibilidad de acogida.