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La aventura de ser ciego y adentrarse buceando en la Cova de ses Llàgrimes

Pedro González, un fisioterapeuta de 52 años, recorrió a principios de mes la cueva, una maravilla geológica situada en la península de Alcúdia. Éste es el relato de su experiencia

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La aventura de ser ciego y adentrarse buceando en la Cova de ses Llàgrimes

«Quien cree en sus sueños se arriesga a lograrlos». La frase la dice Pedro González, que está eufórico. Grita con todas sus fuerzas, porque acaba de entrar en un nuevo mundo. Es el 6 de agosto. Minutos antes, este fisioterapeuta de 52 años se tiró de una embarcación junto a un grupo de compañeros, nadó unos metros en mar abierto y se encontró con una descomunal pared de rocas en plena península de Alcúdia. Una pared que traspasó sumergiéndose durante unos segundos. Al salir a la superficie, aparece dentro de la Cova de ses Llàgrimes, una belleza geológica que fue descubierta en 1999.

Pedro aprieta los puños y vuelve a gritar. Para captar las maravillas de su entorno, exprime todos sus sentidos, menos el de la vista. 

Desde que nació, es invidente al cien por cien.  

Su ceguera no le ha impedido hacer todo lo que ha querido con su vida. Compitió en ciclismo en tándem con la selección española y también en natación. Hace unos años, dejó el deporte de competición. «Por mi trabajo, no quería estar sujeto a los entrenos cada día», cuenta este vecino de Palma. Pero no ha dejado la actividad física. «Voy a la montaña todo lo que puedo. Hago senderismo, torrentes, cuevas, un poco de escalada... Todo lo que me proponen intento hacerlo», explica.

Ahora, cuando acaba de emerger en medio de una maravilla de cueva litoral con acceso subacuático, sigue con gesto de sorpresa. La cueva de ses Llàgrimes fue descubierta de forma casual en 1999 por un grupo de buceadores del centro Scuba Balear de Can Picafort. Uno de ellos se fijó en lo que parecía la entrada de una cavidad y decidió indagar más. Se sumergió a una profundidad de tres metros y, tras superar un sifón, emergió en una sala natural esplendorosa. La misma por la que se aventuró el año pasado el epidemiólogo Fernando Simón, de la mano de Jesús Calleja para su famoso programa de televisión.

«Me enteré de que Fernando Simón vino a esta cueva. Y me dije: ‘¡Yo también quiero!’. Llamé a Toni y le pregunté si podíamos ir. Lo que pasa, me dijo, es que habrá que sumergirse, pasar por debajo de un sifón... ‘¿Tú te ves capaz?’, me preguntó», recuerda Pedro. Cuando habla de Toni, se refiere a Toni Josep Sosa, un bombero de Sóller que, en los últimos años, le ha acompañado en un sinfín de excursiones.

Cuenta Sosa que una de las cosas que más le preocupaba a Pedro en los días previos era ese momento, el de entrar a la cavidad. Hay que sumergirse unos dos metros de profundidad y atravesar un sifón de dos metros de largo. «Él no se veía capaz de hacerlo y me preguntaba: ‘¿Y no podrías traer botellas para bucear?’. Pero yo le decía que lo iba a pasar de sobras. Y así lo hizo. Se ha vuelto a quitar los límites que tiene», relata Sosa. El grupo empieza a adentrarse en la Cova de ses Llàgrimes. «Cuidado aquí con la cabeza […]. Aquí hay que escalar un poco […]. Pon la mano más a la izquierda, Pedro […]. Aquí tienes que mover el pie». Sus acompañantes le van dando indicaciones. «Ya nos conocemos bastante, hemos hecho bastantes cosas juntos. Sé dónde lo puedo ‘soltar’ y dónde no. Soy consciente de dónde puede tocar y orientarse con las manos. Le dirijo, aunque le encanta ir por libre. Es muy prudente y no se va a meter en un sitio si no le digo si puede ir», dice Sosa. 

La gruta por momentos es escarpada; por momentos, resbaladiza; y, por momentos, obliga a reptar. En el camino, el grupo se convierte en los ojos de Pedro. «¡Hay unos colores amarillos brutales!», le dicen. «Y aquí hay un percebe, ¡un percebe en Mallorca!», le comentan.

«Estoy flipando, ¡qué pasada! Parece que estamos en otro mundo», dice Pedro, durante el recorrido. Va con mucho cuidado. Por su seguridad, pero también para no dañar ninguna de las formaciones cársticas que se encuentran por el camino. Estalactitas y estalagmitas contribuyen a conferir al lugar un aspecto sorprendentemente ceremonioso, como si se tratase de una catedral geológica. «Hay que ir con mucho cuidado de no romper nada», repite Pedro constantemente durante la ruta. Atraviesan diferentes cavidades o ‘salas’, a las que los espeleólogos han bautizado con nombres como la ‘Sala de los Sueños’, con un techo recubierto de estalactitas o la ‘Sala Barroca’, con «imponentes macizos estalagmíticos», como explican Francesc Gràcia, Bernat Clamor, Peter Watkinson, Miquel Alexandre y Robert Landreth, en un detallado artículo de investigación sobre esta cueva, publicado en ‘Endins’, en 2003. 

La gran aventura de Pedro, que puede verse en un vídeo publicado en Youtube con el título ‘Al filo de lo posible, Cova de ses Llàgrimes’, llega a su fin. El grupo se encuentra con un lago. Agua fría y transparente en la que se sumerge Pedro. Allí nada, sonriente: «Me voy a explorar, yo solo».

«Fue alucinante», diría después de la experiencia. «Eso de estar nadando frente a una pared de rocas, meter la cabeza debajo pasar buceando y salir a la inmensidad donde estuvimos me hizo explotar de emoción. Fue algo bestial. Fue una pasada lo bien que lo pasamos. Una cueva bestial, con tantas formaciones, tan bonitas y diferentes todas. Fue alucinante. Tantas salas. Eso de ir reptando, levantar la cabeza y estar ante un lago. Espero no olvidar jamás la vivencia que pude experimentar este día».

Cuando se le pregunta por su próximo desafío, responde que aún no se lo ha planteado. Pero alguna aventura caerá: «No voy a dejar de hacer cosas. Estoy seguro de lo que hago y con quién lo hago». 

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