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Los museos mallorquines que no se anuncian en el aeropuerto de Palma

«Cuanto más enraizado esté un museo con la sociedad mucho mejor. El de Manacor es un buen ejemplo» - «Los estudios sobre el público en los museos de Mallorca son muy dispersos o directamente ni se realizan»

Lourdes Melis ha investigado cómo pueden influir los museos a aumentar el interés cultural de los visitantes. | S. SANSÓ

La cultura en general y los museos en particular nunca han sido la prioridad del turista que llega a Mallorca. La búsqueda de tranquilidad bajo el sol y el agua hace que la isla sea un destino poco explotado más allá de la costa, los hoteles y la restauración. Precisamente la necesidad de saber por qué menos de un 5% de los visitantes manifiestan un interés cultural por la isla, o cómo pueden influir los museos que tenemos para aumentar ese porcentaje, ha llevado a la investigadora Lourdes Melis (Porto Cristo, 1985) a completar una tesis doctoral sobre su realidad y su potencial.

La idea surgió en 2009, cuando el doctor en Historia y profesor de la UIB, Sebastià Serra, dirigía un grupo de investigación en el que estaba Melis: «El reto era escribir un libro sobre los museos de Balears para el Institut d’Estudis Baleàrics. Aquello acabó en una publicación de carácter didáctico, rigurosa, pero pensada como material de difusión», recuerda Melis. «En aquellos momentos yo no sabía que eso evolucionaría para convertirse en mi tesis doctoral. Aunque pronto vi que había tema y me lancé».

Comenzó en 2015 y ha acabado ahora, en el verano de 2021, «con una pandemia de por medio y todo un año en el que no pude trabajar en ella. Es decir que han sido cinco años de trabajo». Pero el resultado, presentado este mes de julio en la UIB, ha merecido la excelencia y ha suscitado el debate en forma de diversas preguntas.

El Museu d’Història de Manacor.

La primera sería definir cuántos museos hay en la isla. «No hay es un listado oficial. Primero cabe distinguir entre museos y colecciones museográficas. En total los reconocidos son diez, a parte del estatal que el Museu de Mallorca [que también tiene a su cargo el de Muro y el de Pollentia en Alcúdia], que se rige por reglamentos establecidos por el gobierno de cada comunidad. A su vez existe la Xarxa de Museus de Mallorca, donde no es necesario cumplir todos y cada uno de los requisitos, por lo que hay alguno más».

Rafa Nadal posa en su museo.

Por lo tanto si hacemos una lista de los ‘oficiales’, estos serían: La Cel·la de Chopin en Valldemossa, el Museu d’Història de Manacor, el Museu de Sa Bassa Blanca-Fundació Yannick i Ben Jacobsen, Es Baluard, Els Calderers en Sant Joan, la Fundació Cosme Bauçà, la imprenta Guasp, la colección de pintura del Consell de Mallorca en la Misericòrdia de Palma, el IMEDEA de Esporles y los Jardins d’Alfàbia.

Y es que para ser un museo ‘con todas las letras’ hay que cumplir unos requisitos bastante férreos, como tener un plan director, un edificio acorde con unas características determinadas, una conservación y exposición adecuadas, presupuesto y personal suficiente con labores de dirección, un fondo inventariado que permita también el desarrollo de labores de investigación, de difusión y educativos, tener un horario de visitas, medidas de seguridad, estatutos y un plan anual de actividades. Para ser colección es un poco más sencillo: debe haber una exposición permanente, un inventario, medidas de conservación y facilitar la investigación.

Los jardines de Els Calderers en Sant Joan.

Aunque es evidente que hay más de una decena. Ya que después, dentro de la Xarxa de Museus de Mallorca, El Consell permite que museos no ‘reconocidos’ participen de la red para que esta tenga más fuerza. Así, para que todo tenga un sentido más global, Melis ha elaborado para su tesis «un censo propio siguiendo cuatro criterios básicos: disponer de un espacio expositivo mínimo, una sistematización museística, un horario de apertura continuado o con visitas concertadas y disponer de al menos una persona que se haga cargo». De esta forma la cifra se eleva hasta los 76 museos en Mallorca, lo cual es una cifra considerable en comparación con otras comunidades españolas. «Suelen ser museos muy locales, pequeños y que parten de manos privadas».

Otra cuestión problemática es saber cuál sería la lista de los más visitados… «Mire, en muchos casos es muy complicado estipular el número exacto de visitas. En el catedralicio, por ejemplo, solo te ofrecen datos de entrada a todo el conjunto… así que no son determinantes. Los estudios sobre el público en los museos mallorquines son muy dispersos o directamente ni se realizan».

Los jardines, el atractivo del Museu Sa Bassa Blanca en Alcúdia.

Además, la percepción de que suelen ser gratuitos es falsa. En la mayoría se paga una cuota, aunque suele ser simbólica. Sobre todo en los privados. Se trata de una especie de responsabilidad cívica para darles un valor a través del precio. En eso tiene que ver mucho la situación geográfica del museo: «Digamos que depende sobre todo de dónde está situado el museo. El de la Serra de Tramuntana, el de la Cartoixa en Valldemossa o el de Robert Graves por estar en Deià. La ubicación influye. Por lo que respecta al público, hay dos tendencias en ese sentido: los que se nutren a partir de turistas y que por tanto están abiertos durante el verano o a partir de visitas concertadas; y los públicos, que suelen basar buena parte de sus visitas en los escolares». En general la edad media de los visitantes suele situarse a partir de los 40 años.

¿Los museos nacen o se hacen?

«Cuanto más enraizado esté un museo con la sociedad mucho mejor… o dicho de otro modo, un museo debería existir por una voluntad social, o de lo contrario no tiene mucho sentido. Ha de ser activo, social, conocer su realidad, mejorar y ser consciente de los problemas que hay. El de Manacor, por ejemplo, durante el confinamiento llamaba semanalmente a muchos usuarios para saber cómo estaban… eso es un reflejo de integración con la sociedad a la que va destinado. Además de contar con una Associació d’Amics que se encarga de organizar actos».

Melis también alude a los museos ‘marca’ y los que pasan más desapercibidos pese a su potencial; aquellos que por sí mismos son un reclamo casi exclusivo para venir a Mallorca, como la Fundació Miró o el de Rafa Nadal en la capital del Llevant. «Basta con fijarse que se anuncian hasta en el mismo aeropuerto». «Hay algunos que tienen atractivo pero que no son potenciados por las administraciones, ni en las oficinas turísticas o de información. También hay que especificar que la oferta online suele ser muy deficitaria. Además de no haber un trabajo conjunto entre las conselleries de Turismo y Cultura, que solo se unen para colaboraciones muy puntuales».

El dato más preocupante para hacerse cargo de la posibilidad real de revertir la situación turística mallorquina hacia otros senderos, es que menos de un 5% de los turistas manifiesta tener una motivación cultural para venir. «Evidentemente no es posible cambiar el modelo actual por otro cultural, pero las administraciones pueden hacer mucho más. Creo que más allá de esa estadística, aproximadamente la mitad de los turistas, una vez están en la isla, realizan al menos una actividad cultural de algún tipo, aunque no tuvieran esa motivación inicial». «Alrededor de dos tercios de los turistas repiten visita, así que entra dentro de la lógica que quieran ampliar y diversificar sus actividades». Por ahí hay esperanza.

También sería bueno mirar hacia el interior: «En general creo que hoy en día hay más voluntad por crear museos nuevos que contribuir en mantener los ya existentes», critica Lourdes Melis. «Decir que haremos un museo vende mucho. Pero después hay que tener partida presupuestaria para ello, se tiene que poder mantener a largo plazo, porque de lo contrario acabarán cerrándose… y de eso tenemos varios ejemplos en la isla. Para que un museo sea estable debe poder subsistir por sí mismo sin tener subvenciones estables. Eso sería lo ideal. Algunos serían muy interesantes como el del Ferrocarril de Son Carrió, para el que es necesaria la implicación de las instituciones».

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