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Lletra menuda | El tren de la reanimación

El tren de Sóller vuelve a rodar

La reanudación de la actividad del ferrocarril de Sóller, tras el largo y desalentador parón impuesto por la pandemia, ha sorprendido a propios y a extraños.

Los seis vagones del primer servicio salieron ayer de Palma repletos ya de pasajeros, incluso tuvieron que dejar a algunos en el andén, y expandieron la animación del turista recuperado y el cliente potencial en toda la Vall. Del acontecimiento queda el eco de la expresión «esto es alegría» lanzada a modo de alivio colectivo por alguien al contemplar el espectáculo. Viajar en tren, sobre todo en el caso de Sóller, se ha convertido en una fiesta, en una actividad de ocio y ahí precisamente está el anverso y reverso de una misma moneda con la que acabamos pagando todos. Es así porque, efectivamente, el tren de Sóller, singular y con carácter entre un paisaje único, está consolidado como un potencial y motor de la explotación turística y animación comercial para toda la Vall. Pero, confirmada esta singularidad irrebatible, el tren de Sóller significa también hoy que el transporte público, en condiciones de normalidad, queda relegado y permanece en vía muerta. La movilidad estable y necesaria, con repercusión para el conjunto de Mallorca, no puede realizarse con criterios solo turísticos, tanto por lo que respecta a la organización como a los costes para el pasajero. Para avanzar hacia el equilibrio necesario entre lo uno y lo otro, sería interesante que empezaran a cumplirse algunas de las demandas que plantea el comité de empresa de Ferrocarriles de Sóller en el momento de recuperar la actividad y que deben repercutir en la mejora de los servicios. Piden los trayectos estipulados en el contrato de concesión y más personal en las estaciones. Nada extraordinario.

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