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Lletra menuda

Lletra menuda | La corrección de excesos

Zona de la plaza de la iglesia de Binissalem. P. C.

Es un proceso que están viviendo de forma prácticamente paralela la mayoría de poblaciones mallorquines. Se han ido dando cuenta de forma progresiva de que el abuso de la comodidad engañosa del coche se ha acabado convirtiendo en una esclavitud capaz de marginar los usos más normales y humanizados de calles y plazas. Ahora toca el turno de Binissalem.

No es fácil porque la comodidad de los hábitos inmediatos crea dependencia que se traduce en pronunciamientos a favor y en contra de la peatonalización de calles.

Sin embargo, con lo experimentando en otros lugares, Binissalem y los demás municipios que ahora están en proceso de poner a raya los vehículos a motor, cuentan con el precedente y testimonio de quienes se han concienciado antes y han actuado primero. El tiempo acaba demostrando que las restricciones de tráfico en las calles tienen más beneficios que desventajas. Como en tantas otras cosas, en este asunto el acierto se sustenta sobre el equilibrio, lo cual no significa que se deba rechazar el debate previo, el consenso y las aportaciones de vecinos y demás voces autorizadas.

Hace años que la peatonalización de un lugar de tanto carácter como la plaza de la iglesia de Binissalem y su entorno estaba sobre el tapete. Ahora le llega la hora con vistosa etiqueta de una operación de imagen de la Comisión Europea para reducir las emisiones de CO2, pero es una lástima que, con tanto preámbulo, no se haya afinado mejor con las aportaciones del Fòrum Cívic y las de la oposición municipal. No basta con cerrar calles y plazas, hay que ver las consecuencias que ello tiene sobre estacionamientos, circulación exterior, tanto urbana como rural, y después hacer las recomposiciones oportunas. La peatonalización no puede dar un mal paso.

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