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Medio ambiente

Cabrera: la otra isla de la calma

"La ocupación de las boyas ha sido prácticamente del 100% durante todo el verano", explica la Conselleria

Las visitas de barcos privados a Cabrera no han bajado pese a la pandemia. j. sitges

Cabrera y los islotes que la rodean han vuelto a la calma este verano. La baja actividad turística que se ha registrado en Mallorca ha impactado también en el único Parque Nacional marítimo terrestre del Estado. En el período que va de enero a agosto se han reducido en un 61,3% el número de visitantes que llegan al puerto en excursiones turísticas respecto al año pasado. Un hecho que ha impactado positivamente en los hábitos de las especies protegidas que viven en Cabrera. Y es que después de años sin nidos de águila peixatera en los acantilados del Parque Nacional, una pareja ha puesto sus huevos en la isla. Se trata de una de las especies más amenazadas del Mediterráneo y para los conservadores del parque es una de las mejores noticias de este año tan atípico. Pero la reducción en el número de visitantes apenas se ha notado en los barcos privados que amarran en el puerto. "La ocupación de las boyas ha sido prácticamente del 100% durante todo el verano", explican desde la conselleria de Medio Ambiente, que gestiona los únicos amarres permitidos en Cabrera. Otro factor a tener en cuenta es que el único albergue de la isla, ubicado en el antiguo cuartel militar, ha permanecido cerrado durante todo el verano y seguirá así al menos hasta otoño.

Experiencia impensable

Por eso todos los que llegan al Parque Nacional disfrutan de una experiencia que era impensable antes de la pandemia. Playas desiertas, visitas prácticamente privadas a los monumentos y un silencio que sólo consigue romper la mínima actividad del puerto. Según los datos facilitados por la conselleria de Medio Ambiente, en el mes de junio del año pasado visitaron Cabrera 4.967 turistas, un número que ha bajado hasta los 249 durante el pasado mes de junio. Una tendencia que he mejorado en julio. El mes pasado visitaron el archipiélago 3.980 personas, que constituyen más o menos la mitad de los visitantes registrados en julio del 2019: 7.391. Y en agosto la reducción del número de turistas también ha sido notable. Si el año pasado fueron 11.158, este mes de agosto los que han llegado a Cabrera en barcos turísticos colectivos han sido 6.148, aunque estos datos no incluyen los visitantes del 27 al 31 de agosto.

El plan de conservación del archipiélago de Cabrera garantiza que la actividad humana no interfiere excesivamente en los hábitos de las especies animales que habitan el Parque Nacional por tierra, mar y aire; lo cierto es que Cabrera parece haber recuperado estampas del pasado. "Eso es Cabrera: una roca dura y dulce a la vez, un peñón que flota en medio del Mediterráneo, un último reducto de naturaleza sin estropear?", describía la escritora Maria Antònia Oliver a finales de la década de 1970. Y aún de esa manera se percibe el actual Parque Nacional Marítimo Terrestre.

Sus inmensos acantilados, coronados por faros, sólo se observan recorriendo toda la costa de la isla. Y durante la excursión que ofrecen varias empresas turísticas de la Colònia de Sant Jordi, también se navega entre los muchos islotes del archipiélago protegido. Na Foradada, na Rodona, na Pobra o Conillera, el lugar donde nació en cartaginés Hannibal, según cuenta el historiador romano Plinio el Viejo, parecen flotar en el mar. Y es que ante los espectaculares parajes que ofrece el archipiélago no es de extrañar que los mitos y leyendas sean enormes en ese pequeño territorio. Fue refugio de piratas a partir de la edad media y por eso los mallorquines del siglo XIV construyeron el puerto y el castillo.

Ya en 1808 más de 9.000 soldados franceses fueron exiliados en Cabrera y durante tres años tuvieron que sobrevivir sin ninguna ayuda. Sólo sobrevivieron unos 3.600. Un monumento da fe de ello y da sentido a la famosa frase del francés Emil Cioran: "El paraíso no era un lugar soportable".

Y es que entre su inhóspita belleza sólo se sienten como en casa las sargantanes y las más de 750 especies de aves, plantas y peces que poblan el archipiélago de Cabrera. Un lugar donde el silencio ha vuelto a reinar como en los tiempos míticos.

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